Regalos de la naturaleza
Día 3 y los presentes en los Juegos de Río 2016 todavía parecemos un melting pot de confusión. Los huéspedes de la Villa de Medios tuvieron que sortear una lluvia de aguas negras para venir a trabajar. Los deportistas, todavía inmunes al desastre, comparten entre ellos su sorpresa mientras hacen la cola para el McDonald’s. Los periodistas, abandonados a nuestra suerte por los voluntarios, esperamos el bus que nos lleve a alguna parte, dentro o fuera del Parque Olímpico, sin saber realmente adónde. Prioridad número 1: caminar lo menos posible. Un periodista con ampollas en los pies es igual a ninguno. Superado ese inconveniente, podemos ver las maravillas en vivo y en directo. La superabundancia de acontecimientos plantea una decisión para cada hora: ¿ir a la Lagoa a ver a Renzo León, al Centro de Tenis por Serena o a la Arena Olímpica por la gimnasia artística? La gimnasia comienza y termina rápido. Todas las señales apuntan allá. *** Montreal 1976 fue el escenario de numerosas hazañas deportivas. Alberto Juantorena ganó los 400 y 800 metros planos. Sugar Ray Leonard ganó la medalla del peso welter ligero. Bruce Jenner (ahora Caitlyn) se convirtió en el atleta más completo del mundo, con récord mundial incluido. Pero la gimnasia artística ocurrió primero, y es de lo que todo el mundo se acuerda: Nadia Comaneci.
El domingo, en el día 2 de Río 2016, la cola era larga para ver más historias como esa. Desde la Arena Olímpica hasta el Centro Acuático, pasando por el Velódromo y tres Arenas Cariocas, unas ocho mil personas, entre brasileños y británicos, aguardaban para ver la clasificación de sus equipos. Más tarde –y no hubo tiempo de salir a comprobarlo- la fila era parecida para ver a la nueva estrella de este deporte para el mundo: Simone Biles, 19 años. Atesorada por los fanáticos en la oscuridad de la gimnasia post-olímpica, Biles ya no es nuestra. Es de todos. El equipo estadounidense que defiende hoy el oro de Londres 2012 podría ser el mejor de la historia. Tiene a la vigente campeona olímpica absoluta (Gabby Douglas), la campeona olímpica de suelo (Aly Raisman), la campeona mundial de barras asimétricas (Madison Kocian) y una de las gimnastas jóvenes más entretenidas de estos Juegos (Laurie Hernández). En un deporte que se define por décimas, Simone Biles, tricampeona del mundo, clasificó dos puntos por encima de sus mejores compañeras.
Paciencia. Antes de lanzarnos por una comparación histórica –eras distintas son realmente difíciles de contrastar-, podríamos decir que es la versión femenina de Kohei Uchimura. El hexacampeón mundial japonés, que defiende mañana su oro olímpico absoluto, es el gimnasta más limpio y de mayor dificultad, combo que lo hace invencible. Pero Simone tampoco es como Kohei. Simone es explosiva y muscular en un deporte que solía buscar expresiones más delicadas del arte. La comparación justa es con Serena Williams, un talento que cambió el paradigma de su deporte. Las gimnastas no suelen tener la vigencia que tiene una jugadora de tenis, pero con Biles todo está por verse. Sintonice este jueves a las 2 p.m. (hora peruana) por la continuación.
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Hj meu dia foi super cheio!! Fui pra #Lagoa, #Deodoro, #RioCentro, #ForteCopacabana, #Sambódromo e #ArenaFuturo!! pic.twitter.com/547zwsBR5D
— Vinicius – Rio 2016 (@ViniciusRio2016) 8 de agosto de 2016
La mascota más divertida que han visto los Juegos Olímpicos se aparece de vez en cuando en los coliseos: vestido de esgrimista, con traje de judo, o como el lápiz lo trajo al mundo. Llamado así por Vinícius de Moraes –la mascota de los Paralímpicos, Tom, fue bautizada en honor al maestro Jobim- carga bajo la espuma lo que reconocemos como el verdadero Brasil: perpetuamente sonriente, emocionado y bailarín. De visita por el Live Site del Parque Olímpico, es casi avasallado por los abrazos más efusivos. En la tienda oficial de Río 2016, es el motivo del sufrimiento de mi tarjeta de crédito. Vinícius se pasea de arena en arena dando clases de samba por pantalla gigante. No sorprende que solo los sudamericanos podamos seguirle el paso. El muñecón también celebra con los atletas ganadores, y con los brasileños que, típicamente, siempre encuentran un buen motivo para llorar.
En los Juegos Olímpicos, los que lloran son casi todos. Lloran Djokovic y Del Potro, abrazados al centro de la cancha. Los gimnastas rusos, medallistas por equipos por primera vez desde Sídney, lagrimeaban de incredulidad. En la piscina, el himno de Hungría superó a la ‘Iron Lady’ Katinka Hosszú. En medio del cloro, la decepción de la rusa Yulia Efimova, plata en los 100m pecho, corría en estado líquido. La estadounidense Lilly King no quería saber nada de eso. Ganadora del oro con récord olímpico, la nadadora había criticado el gesto de Efimova en la previa, el dedo alzado de número 1 al ganar su semifinal. Efimova, quien cumpliera 18 meses de sanción por esteroides, solo confirmó su participación en Río el último sábado, después de ganar su apelación contra el Comité Olímpico Internacional. (El COI había inhabilitado a todos los atletas rusos previamente sancionados por dopaje).
“¿Agitas el dedo como número uno y has sido atrapada por hacer trampas?”, dijo King a NBC. Acabada la final, ni saludo ni besito. Mirada de desprecio, puñetazo al agua en el carril de Efimova y, consecuente, lanzada incluso contra Justin Gatlin en la zona mixta. La coherencia no cree en nadie.
Yep, America LOVES a good ol’ fashioned Cold War Olympics standoff…pic by @hpsimmons from Lilly King’s hometown. pic.twitter.com/ZC53CQe8G5
— Rachel Nichols (@Rachel__Nichols) 9 de agosto de 2016