El arsénico cambia la forma de entender el mundo
Carbono, hidrógeno, nitrógeno, oxígeno, azufre y fósforo. Esos son los seis elementos básicos que –hasta antes de esta semana– los humanos asumíamos como los únicos indispensables para la existencia de cualquier ser vivo. A partir de esa comprensión del mundo es que los científicos iniciaron, entre otras, las investigaciones dedicadas a buscar en el sistema solar rastros de formas de vida similares a la nuestra. El jueves 2, investigadores de la NASA anunciaron el hallazgo en un lago californiano de la bacteria GFAJ-1 que asimiló el arsénico en su ADN y que además creció en un ambiente hostil para la vida como la conocemos… o como la conocíamos.
¿Es realmente un descubrimiento trascendente? Definitivamente sí.
Las razones son muchas. La primera y principal: que se ha comprobado por primera vez que existe en nuestro planeta otra forma de vida –en su estado más básico, pero vida al fin–, distinta a la que conocíamos. Por un lado, eso obligará a incluir al tóxico arsénico como elemento que puede ser utilizado para la formación y desarrollo de un ser vivo.
Y si llevamos el tema hacia la investigación espacial, obligará a que la búsqueda de ambientes para el desarrollo de vida en el universo ya no descarte aquellos que tienen arsénico en su composición.
Lo importante es recordar que hallazgos como este demuestran una vez más que no somos el centro del universo y que, pese a la manera en que la maltratamos, la naturaleza no deja de sorprendernos.