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Rosa Aguilar

Los colores de baja intensidad -indica la arquitecta Yesenia Schulz- generan espacios que invitan a la relajación. “Por eso funcionan bien en todos los ambientes, son fáciles de combinar, no recargan la decoración ni cansan la vista”, dice la arquitecta.

Estos colores sutiles son generalmente los cálidos y blancos en sus gamas más claras y suaves. “Toda la paleta de tonos naturales son ideales, y destacan el marfil, crema, hueso y camello. También consideramos al marrón, pero en sus derivados más delicados, como café o chocolate”, señala el interiorista Víctor Callahui.

Asimismo, podemos integrar los neutros en sus matices más sutiles, como plomo, gris oxford o gris niebla. De la misma manera, es posible usar los pasteles de baja intensidad, como menta, melón, palo rosa, malva, lila o salmón. La clave es apostar por los que están próximos al blanco.

Así se trate de una paleta suave, lo recomendable es mezclar un máximo de tres tonos diferentes para alcanzar armonía. Una de las combinaciones es apostar por los cálidos o neutros en las paredes y muebles protagónicos, y una gama más fresca en accesorios. “Por ejemplo, en un dormitorio utiliza una cabecera tapizada con cuerina beige, viste el muro principal con papel tapiz con tramas en hueso y gris claro, y añade fundas de almohadas y cojines en palo rosa, amarillo o celeste pastel”, aconseja Schulz.

Otra alternativa es darle la prioridad al blanco (en paredes y sofás), para proyectar luminosidad, “y decorar con elementos de tonos tierra, como butacas, cuadros o alfombras en marfil, camello o arena”, acentúa Callahui.

Mezclar tonos delicados no es sinónimo de ambientes aburridos o apagados, lo ideal es siempre integrar paletas más alegres o cálidas como acentos de color.

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