Un espacio de aire libre enmarcado por la ciudad

Entre la transparencia de los grandes ventanales, el verde intenso de un jardín con palmeras viajeras, y los reflejos de espejos y superficies trabajadas para acentuar la luz; las notas en color rojo surgen como un manifiesto. Son la expresión de una creencia, son la representación de vitalidad, son el punto más álgido de identificación con quien habita este espacio.

Además de ser una referente en el mundo de la moda, Malika de la Flor es una budista confesa. Con objetos y texturas en el tono favorito de los tibetanos, ha logrado imprimir ciertos aires orientales a esta casa sanisidrina de líneas arquitectónicas minimalistas. Diseñada por García Milla-León Arquitectos, la decoración de la única planta de la casa fue pensada en función de la integración visual de todas las áreas y la facilidad de su mantenimiento.

Espacios diáfanos

Con solo atravesar el portón de calle se percibe la adoración por los grandes volúmenes. Aquí no hay detalles: todos los cuerpos gritan presencia. Presencia que a su vez no incomoda ni interfiere, más bien ocupa el espacio justo para coexistir armónicamente.

Los torsos esculpidos por Felipe Lettersten, la predilección por las flores de frutos corpulentos, como las heliconias, o el maxilibro “The Impossible Collection of Fashion” ubicado en la mesa principal de la sala, revelan de manera explícita las pasiones de la dueña. Detrás de esas decisiones hay siempre veneraciones conscientes: la puerta vidriada de casi 3 m que comunica el hall de entrada con la sala de televisión, por ejemplo, dialoga y ensalza la magnitud de unos lejanos eucaliptos. Repito, aquí no hay detalles, hay intenciones. 

La obsesión de la dueña de casa por la translucidez se acentúa en la sala de estar con el par de sillas Ghost, de Philippe Starck. La reflexión de luz que genera la mesa de centro continúa el juego de espejos al que, como toda esteta, Malika no teme entrar. Este mismo ambiente, condecorado con cuadros de Gerardo Chávez, Fernando de Szyszlo, Enrique Galdós Rivas y Eduardo Tokeshi, contempla el espacio para el comedor, que está conformado por una mesa de madera con varias capas de poliuretano (que la convierten en una pieza difícil de roer) y un juego de sillas a tono diseñado por ella misma. El mueble verde y blanco se ha colocado pegado a un vidrio, para generar la sensación de continuidad con las palmeras que se avizoran en el exterior.

La cocina, dice Malika, es el corazón de la casa. Está semiintegrada al living comedor mediante una barra de mármol negro con banquetas altas que hacen contraste. En ella preponderan las líneas modernas y puras junto con los electrodomésticos emplazados dentro del mismo mobiliario. La intención al diseñar esta área fue no aislarse en el momento de preparar la comida para sus hijos o invitados. Y, si acaso lo hiciera para sí misma, sentirse acompañada por los 500 m2 de naturaleza que rodean la casa y la impregnan por medio de los mayúsculos ventanales.

Vidas independientes

Los tres dormitorios tienen entradas independientes y cuentan con su propio baño y terraza. El de Malika,de 60 m2, es el protagonista principal: el primer ambiente lleva una cama matrimonial con respaldo y base en capitoné negro, un rincón con una mesita para tomar el desayuno y una instalación con juego de luces de la artista Maricruz Arribas. Separan su habitación de la piscina apenas unas mamparas. En el segundo, por detrás de un panel divisor, sin la obstaculización de puertas y con la exigencia de tener todo a la mano, aparece un espacio para el walk-in closet, cuyo tocador se conecta directamente con el área destinada para la ducha, que lleva paredes de vidrio transparente, dejando expuesta la vista hacia el verde de la vegetación como escenario circundante.

Todo aquí puede ser visto, reflejado y subyugado por la intensidad de la naturaleza, que encuentra su esplendor durante las noches, cuando es iluminada a través de distintos puntos de luz.

Exuberante, llamativa, íntima, así es esta casa que sirve de refugio, pero que promueve los encuentros.

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