El reciente compromiso de la Unión Europea de frenar el cambio climático gracias al uso de biodiesel, podría ser un proyecto no tan beneficioso como aparenta. Es lo que plantea una investigación llevada a cabo por científicos de la universidad británica de Lancaster.

El estudio, aparecido en la revista Nature Change Climate, sostiene que si bien la producción y el consumo de biocarburantes generan una menor cantidad de CO2, sucede lo contrario con otras dos sustancias igual de nocivas: el isopreno y el ozono.

Para maximizar la cantidad de biodiesel se utilizan árboles como el sauce o el álamo. Sin embargo, el uso de estos últimos en el proceso de fabricación genera isopreno, un compuesto utilizado en la industria pero que en algunos países, como EE.UU., es considerado peligroso por su acción tóxica y contaminante.

El hecho se agrava aun más. En contacto con el aire, el isopreno produce ozono. Esta sustancia es responsable de la muerte de 22 mil personas por año en Europa, por su daño a los pulmones, al cerebro y la vista. De llegar a la meta planteada, morirían 1 365 personas más, junto a 5.4 mil millones de euros en gastos de salud.

El isopreno y el ozono afectan también a la agricultura. En cantidades elevadas, ambos reducen el nivel de clorofila de las plantas, muriendo en poco tiempo. Los expertos calculan que se perderían 7.1 millones de toneladas de toneladas de trigo y 800 mil de maíz, lo que en términos monetarios representa 1.1 mil millones de euros.