(Foto: AFP)
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Guillermo Oshiro Uchima

Sin Neymar pero con Lionel Messi y su obsesiva búsqueda de ese título grande que se le ha negado con la selección argentina, arranca este viernes el carnaval futbolero llamado con Qatar y Japón como invitados. Para Perú, este mundial sudamericano será la medida para confirmar la tendencia a la baja tras Rusia 2018 o la reinserción al proceso de maduración guiado por Ricardo Gareca. El tránsito por canchas brasileñas permitirá hacer un diagnóstico real de la salud de la selección.

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Como la tendencia del fútbol actual exige medir todo por lo que se logra y no por lo que se produce, el equipo de Gareca está obligado a obtener resultados para superar el escrutinio. El objetivo primario será prolongar su estancia en Brasil después de los tres primeros partidos de rigor e instalarse en los cuartos de final, como ha sucedido en las últimas ocho ediciones como mínimo. Desde Bolivia 1997, la selección siempre salió bien librada de la fase de grupos. Una pronta eliminación remecería los buenos cimientos del proceso. Todo lo que venga después de la segunda etapa será bienvenido.

Pero superar la llave compartida con Venezuela, Bolivia y Brasil no es un trámite como algunos exigen. En cuatro enfrentamientos del proceso de Gareca solo se les pudo ganar una vez a los llaneros, en la Copa América 2015; los otros duelos terminaron con una derrota en el amistoso que marcó el inicio de la era del ‘Tigre’ y sendos empates en las Eliminatorias. "Teniendo en cuenta las dificultades que supone superar a una Vinotinto que dejó en el pasado su condición de cenicienta, Perú necesariamente deberá recuperar la morfología del equipo mundialista: ser sólido en defensa, posesión segura y exprimir lo que se produce en ataque".

La tarea ofensiva se clarifica bastante con la presencia de Guerrero, pues es el ‘9’ el centro de gravedad de nuestro juego. Es él quien marca los pases y movimientos para generar situaciones de gol. Ello no se logró ante Colombia, incluso contando solo los minutos antes de la expulsión, porque sin Yotún se desvirtuó el juego, aunque no preocupa tanto en comparación con la endeblez defensiva, donde los errores primariosos se vuelven a cometer como en el inicio del proceso. Sí habrá que comprender que el tándem que dio seguridad en el fondo ya no está más.

Sin Ramos ni el ‘Mudo’ Rodríguez –uno por decisión técnica y otro por lesión– el trabajo de cohesión colectiva cambia. Araujo y Abram todavía no se acoplan, no han logrado el entendimiento adecuado, no hay trabajo asociativo en un sector donde cualquier error puede tener consecuencias graves. No es descabellado pensar, entonces, que el regreso de Zambrano, luego de tres años, sea una necesidad para recomponer el orden de la zona más afectada por los cambios. Claro que en ello también tiene parte de ‘culpa’ la merma en el rendimiento de Tapia y Yotún en la primera línea de volantes. La contención y recuperación tampoco está funcionando como antes.

Pese al momento no tan feliz y al pesimismo del hincha tremendista, Gareca y su selección se ganaron el crédito para seguir confi ando en ellos. La base mundialista está. Recordemos que Rusia 2018 no fue un espejismo.

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