Cristiano Ronaldo volvió a dar que hablar el último miércoles, tras marcar, previo salto espectacular, un golazo a la Sampdoria por la Serie A. (Foto: AP)
Cristiano Ronaldo volvió a dar que hablar el último miércoles, tras marcar, previo salto espectacular, un golazo a la Sampdoria por la Serie A. (Foto: AP)
Ricardo Montoya

Por encima de todos, etéreo y elegante, como un águila en vuelo, Cristiano le recordó al fútbol que está de regreso. Se ha alabado en todos los medios la potencia de su salto y la capacidad ‘jordaniana’ para suspenderse en el aire contradiciendo las leyes de la gravedad. Poco se ha dicho, en cambio, de la depurada técnica para cabecear un balón en movimiento a casi tres metros de altura. Tampoco se ha ponderado lo suficiente la valentía para arriesgar, en el descenso, los ligamentos de ambas rodillas. Pedestres e incrédulos, los demás humanos simplemente corroboramos con onomatopeyas el prodigio que nos ha tocado observar.

Hace mes y medio, nada más, la “Gazzetta dello Sport”, implacable, daba cuenta de las molestias de Maurizio Sarri, su técnico, con el discreto desempeño del portugués. Ronaldo ya no solo era una mala compra, sino que, inclusive, se discutía su titularidad en el once ‘bianconero’. Para colmo de males, Messi, su rival deportivo, cosechaba merecidamente los premios que reparte el deporte rey. Los fanáticos y la prensa amante de las dicotomías se regodeaban con el presente lánguido de Cristiano comparándolo con toda la fantasía que irradiaba el rosarino sobre el césped. Así las cosas, parecía que, tras varios años en la cima, estábamos por fin ante un ‘CR7’ crepuscular. Nos equivocamos.

Pasado el período natural de adaptación y las molestias físicas rebeldes, Cristiano ha retomado la ruta goleadora que parecía habérsele extraviado. Las seis anotaciones recientes de ‘CR7’ en sus cinco últimos partidos han sido claves para que la Juventus resulte primera en su grupo de la Champions, y comparta el liderato del Calcio con el Inter de Milán. Hay que ser talentoso, pero también extremadamente dúctil para sobresalir en las diferentes ligas de élite europeas. La pelota sigue igual de redonda pero los modelos tácticos, la filosofía de juego, el idioma y los compañeros no son los mismos. Cristiano continúa siempre a la altura. Su obra magna frente a la Sampdoria es tan solo la rúbrica de su vigencia goleadora.

Cristiano sigue manteniendo su eficacia goleadora y también su potencia física. (Foto: AP)
Cristiano sigue manteniendo su eficacia goleadora y también su potencia física. (Foto: AP)

A propósito del testazo del día miércoles, ya se coló en el registro de los grandes goles de cabeza de la historia del balompié. En ese reducido grupo se filtra la maravilla de Pelé en el Azteca, elevándose sobre Burgnich para vencer a Albertossi; la palomita de Van Persie por sobre Casillas en el Mundial Brasil 2014; el cabezazo de espaldas de Uwe Seeler a Inglaterra en el 70; el gol de cuarenta metros de Palermo a Vélez; la contorsión en el aire de Zito frente a Checoslovaquia en la final del 62 y algunos pocos más.

El de Cristiano no solo ha sido un golazo. Además de su nivel altamente estético, ha tenido un efecto reivindicatorio. Y es que no es el primero que hace de esa naturaleza. A Gales, en semifinales de la Eurocopa, y al Barcelona, en la Copa del Rey, les convirtió también surcando los aires, colgado quizás de alguna nube. En ese momento estaba en su esplendor. Ahora Cristiano le rehúye a su ocaso. Tiene cuerda para rato. Que no se le olvide.

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