“Pocas veces un 0 a 0 puede resultar en un choque de tal calidad técnica e intensidad física. Pareció un cruce de Champions más que de Libertadores. Y de los buenos de Champions”. (Foto: AFP)
“Pocas veces un 0 a 0 puede resultar en un choque de tal calidad técnica e intensidad física. Pareció un cruce de Champions más que de Libertadores. Y de los buenos de Champions”. (Foto: AFP)
Jorge Barraza

Tremendo contrasentido: acaso el mejor partido en lo que va de la actual Libertadores terminó en blanco: Independiente 0 - River 0. Nos recordó un sensacional Chile 0 - Argentina 0 bajo lluvia torrencial en la Copa América de 1991 en Santiago. A ese le faltó, aunque más no fuera, un gol, tuvo todo lo demás, destiló raudales de emoción. Este del miércoles en Avellaneda se pareció bastante: dos excelentes equipos jugando a fondo, hacia adelante, con velocidad de vértigo, generando espacios, preciosas combinaciones y riesgo tupido frente a los arcos. Y ello pese a la fuerte presión sobre todo el que tocaba la pelota. Hubo alto grado de oposición, lo que pondera aún más la producción de ambos. Porque, sin marca, el fútbol carece de mérito. El ritmo no disminuyó un segundo en los 96 minutos que duró el juego. Nadie hizo tiempo. Y todo barnizado con una corrección aterciopelada: no hubo un golpe, una agresión, ni siquiera una discusión, un agarrón feo en el área, se respetaron mucho. Fútbol puro. Desde el pitazo inicial se pensó sólo en jugar y se contagiaron los veintidós.


Un impecable espectáculo al que los arqueros le escamotearon la emoción del gol. Tanto el uruguayo Campaña como Armani fueron dos alienígenas parando todo lo que les tiraron. La que Armani le saca a Gigliotti entró ya en la antología de tapadas imposibles de Franco. Pocas veces un 0 a 0 puede resultar en un choque de tal calidad técnica e intensidad física. Pareció un cruce de Champions más que de Libertadores. Y de los buenos de Champions.


A nivel sudamericano, es difícil mejorar tales prestaciones. ¿Por qué es posible jugar un encuentro así en un momento de extrema chatura de nuestro fútbol continental…? ¿Cómo se consigue…? No es casual. Este Independiente-River sirve de paradigma. Parte desde la conducción institucional. Los dos clubes vienen haciendo las cosas bien. Los grandes de Argentina atraviesan un momento saludable. Tanto River como Independiente generan fuertes ingresos y los vuelcan mayoritariamente en el fútbol (Boca incluso los supera en músculo económico). Tienen dos técnicos importantes como Marcelo Gallardo y Ariel Holan y planteles muy calificados para lo que el mercado del continente permite. Se busca enriquecer permanentemente el grupo de jugadores y, en especial, retenerlos. Salvo alguna excepción, ahora todos los futbolistas pertenecen a los clubes (antes muchos estaban a préstamo). Se les hacen contratos mínimos de cuatro y cinco años y se los blinda para impedir lo más posible la fuga al exterior. Es el gran desvelo. Ya a México no le resulta tan fácil llevarse una figura del fútbol argentino, al menos de un club grande. El Monterrey vino a la carga con todo por Maxi Meza con 18 millones de dólares, pero le dijeron “no está en venta y su cláusula de rescisión es de 25 millones”. Y se frenó. Meza se quedó y fue uno de los destaques del duelo que comentamos. De haber tenido una red de contención de 30 ó 40 millones, tal vez Independiente no hubiese perdido a su extraordinario capitán Tagliafico, ya un ídolo del Ajax. El club holandés lo hubiera pensado antes de llevárselo. A partir de él se reforzó la política de blindaje.


River aumentó el candado de Juan Fernando Quintero a 25 millones de euros. No es inaccesible para un club europeo de nivel medio o alto, pero es una coraza. Y, si se lo llevan, al menos que quede algo para intentar seguir siendo competitivos. Desde luego, elevar el tope de salida implica aumentar los contratos, pero es también lo que lleva a que el jugador acepte quedarse. Que se entienda: Quintero tiene un contrato de tipo europeo en River. A River le costó 14.200.000 dólares repatriar al centrodelantero Lucas Pratto, del Sao Paulo. Luego tuvo que hacer un fideicomiso para afrontarlo, pero todo está destinado a mantener siempre un equipo fuerte y aspirar a la Libertadores. Después, se puede ganar o perder, nada garantiza el éxito, pero con buen material es más factible.


La moraleja es que sí, se puede jugar bien y hasta acercarse un poco al fútbol europeo, eso sí, requiere de un fortalecimiento institucional y financiero muy grande detrás.


Para sostener tan alta masa salarial es preciso optimizar recursos de todo tipo. Algo que ayuda enormemente a los clubes argentinos es la masiva concurrencia de público (taquillas), los abonos anuales al estadio y las cuotas societarias. Boca, River e Independiente superan los 100.000 socios, aunque los pagantes son menos, pues muchos son menores y vitalicios. “Nosotros, hoy, tenemos 71.000 que abonan”, informa Luis Scorpino, jefe de valores de Independiente. Esos 71.000 pagaban 20 dólares mensuales; con la suba del dólar se redujeron a 15. No obstante, representan alrededor de 12.780.000 dólares anuales. Un fuerte sostén. Y es en un solo concepto.


El éxodo es lo primero que deben cortar, o por lo menos obstruir al máximo, los clubes continentales si desean ser competitivos y si de verdad se busca potenciar el nivel. No se pueden ver grandes espectáculos ni tener equipos potentes con malos actores. A poco de conquistar la Libertadores 2016, Nacional de Medellín vio diezmarse abruptamente su magnífico equipo campeón. Y tal vez le lleve años formar otro similar. Es lo que se debe tratar de evitar. Cuando un plantel se desarma, el dinero se evapora y no se consiguen sustitutos de igual nivel, básicamente porque no surgen tantos. Y, además, todos quieren quedarse con una diferencia, vender por 10 para luego comprar por 5. Además, los nuevos jugadores, aunque tengan condiciones, necesitan tiempo para adaptarse al nuevo club y ensamblarse con el resto de los compañeros.


El problema de las entidades civiles es el bajo control administrativo que, por lo general, existe en nuestras instituciones, en nuestros países. La corrupción y la irresponsabilidad han devastado a tantos clubes… (Boca, River e Independiente fueron tres de ellos). Sin embargo, los equipos que son sociedades anónimas tienen un peligro mayor: los dueños rápidamente quieren tomar ganancias y apenas reciben una oferta por un futbolista, lo venden. Los clubes que pertenecen a sus socios siguen soñando con títulos y hazañas. Los que son de una empresa, no lo sabemos.

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