"Del fin del ciclo al triplete posible", por Guillermo Oshiro
"Del fin del ciclo al triplete posible", por Guillermo Oshiro
Guillermo Oshiro Uchima

Confieso haberle puesto el rótulo de imposible a la remontada del  y, también, de volver a descartar el milagro tras el descuento de Cavani en el 3-1. Confieso haber decretado el fin de un ciclo, de anticipar un final infeliz para la era de Luis Enrique en el cuadro catalán luego de tres temporadas. Mi pecado fue no tenerle fe a un equipo que cuenta con el arma principal para obrar cualquier hazaña: tres delanteros acostumbrados a marcar goles como si fuesen obreros obligados a cumplir con su producción diaria. Cuando Messi, Suárez y Neymar están finos, cualquier misión deja de ser imposible; lo improbable es factible.

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El histórico 6-1 ante el  se firma bajo la enorme influencia de la ‘MSN’. Si bien no fue la más brillante exhibición de Messi ni tampoco de Suárez, ambos dejaron su sello en el arco parisino. El uruguayo abrió todas las puertas de la esperanza a los 3 minutos con un gol de cazador, ganándole en el salto al dubitativo Trapp, mientras que el argentino marcó el 3-0 de penal y fue un elemento distractor en la zaga francesa; siempre tuvo al menos a dos defensores pendientes de él, lo que generó un desorden colectivo en la última línea del PSG, sobre todo en la recta final del partido. Y lo de Neymar fue extraordinario después del descuento de Cavani. El brasileño apeló a sus mejores trucos con habilidad y velocidad para hacer posible el milagro. Generó los tres tantos de la alucinante remontada cuando muchos habían bajado los brazos. Neymar se graduó de líder porque crack ya era.

Otro factor importantísimo fue el mensaje de Luis Enrique al modificar su sistema. Con el 3-4-3 era ganar o morir. Con Messi flotando como ‘10’ para asociarse con Iniesta y dejar las bandas a Rafinha y Neymar. Apostó por un juego más pragmático que inventivo y ejerció una presión que estranguló todas las ideas del PSG. A ello se le sumó el buen nivel de Mascherano, Piqué y Umtiti, una línea de tres atenta, rápida y con capacidad para anticipar a los atacantes rivales. Obviamente, la ultradefensiva apuesta de los parisinos les facilitó el trabajo para evitar situaciones de riesgo en su portería porque el partido se desarrolló en campo galo, un terreno totalmente tomado por los azulgranas.

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Pero la estrategia de Luis Enrique no fue una intuición del momento o una locura generada por la presión. Ya lo había ensayado tras caer 4-0 en París. Lo planificó ante el Atlético de Madrid (2-1), Sporting (5-0) y Celta (6-1) con buenísimos resultados. Los riesgos que debía correr eran premiados con goles a favor, lo que necesitaba en la revancha ante el PSG.

Tampoco faltó la dosis de polémica en esta gesta. Hay que ser justos en afirmar que el árbitro se equivocó a favor de los culés, pero cuando se pierde por un resultado como el del miércoles no hay excusa que tenga sentido. Los medios franceses centralizaron todas sus críticas en el planteamiento de Unai Emery y la fragilidad mental de su equipo. Bajo esa perspectiva no cabe la teoría conspiratoria.

–La otra remontada–

La clasificación a cuartos de final de la Champions supone un nuevo despertar del Barza. Antes del duelo del miércoles muchos, y me incluyo, lo descartaban de la pelea por la Orejona y, por ende, del triplete. Ahora no hay una pequeña luz al fondo del túnel, asoma un camino iluminado y despejado con la respuesta futbolística ante el PSG.

Metidos en la final de la Copa del Rey –el 27 de mayo el duelo ante el Alavés debería ser solo un trámite– y primeros en la Liga Española con un punto y un partido más que el Real Madrid, a falta de 12 fechas, ya nada asoma como otra misión imposible para el conjunto de Luis Enrique.

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Esta versión culé no puede compararse al mágico equipo de Guardiola, no tiene la estética del juego de posesión que hipnotizaba con su rítmico vaivén del balón, pero en efectividad se queda corto. La contundencia ofensiva de ‘MSN’ suple la falta en elaboración y otros retoques estéticos. En ese despertar todo el mérito es de Luis Enrique, quien con sus modificaciones tácticas y su anuncio de despedida a fin de temporada despabiló a su tridente goleador y lo retó a demostrar que su ambición no murió en París.

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