Marc Anthony cantó en el entretiempo del Real Madrid - Barcelona por la International Champions Cup. (Foto: AFP)
Marc Anthony cantó en el entretiempo del Real Madrid - Barcelona por la International Champions Cup. (Foto: AFP)
Pedro Canelo

Que levante la mano quién no ha bailado o tarareado alguna canción de Marc Anthony en una discoteca o reunión social. Desde "Vivir lo Nuestro" hasta "Vivir mi Vida" (siempre viviendo). Sin duda, estamos ante el salsero más mediático y reconocido de los últimos veinte años. Nadie discute eso. Lo que nos preocupa a los nostálgicos y tradicionalistas del fútbol es haberlo visto en aparición estelar el último sábado en el entretiempo del clásico entre Real Madrid y Barcelona en el estadio Hard Rock de Miami. Cual SuperBowl, se instaló el escenario con velocidad de primer mundo y las cámaras dejaron de enfocar a Neymar o Messi para hacerles primer plano al portorriqueño en grandilocuente pose, a lo Michael Jackson en la portada de su disco "History". Si la Copa del Mundo del 2026 se confirma en Estados Unidos, podríamos ir resignándonos a que en ese país hagan del deporte de multitudes un fútbol cada vez más americano.

¿Veremos mini conciertos como los de Marc Anthony durante el Mundial dentro de nueve años? ¿Es el adelanto de la cultura del espectáculo para un fútbol que cada vez es más víctima de las innovaciones? Es preocupación y aceptación. Es una pena ante la invasión de lo evidente. La International Champions Cup ha sido un éxito económico para los organizadores y para los clubes top de Europa. Pretemporadas millonarias jugando torneos en países poderosos con interrumpciones musicales como las del sonero boricua en pleno clásico español. En épocas donde los millones de dólares aparecen en los diarios deportivos tanto o más que los goles de un '9', a los dirigentes del Real Madrid y Barcelona no les va a molestar que sus jugadores "se enfríen" en el camerino mientras Marc Anthony canta "Si te vas". Merengues y azulgranas ganaron casi cinco millones de euros por cada amistoso jugado la semana pasada.

La candidatura de Estados Unidos para el 2026 no debería ni discutirse con otra sede. Fue la cuna del FIFAgate, ha hecho guiños con el éxito de la Copa América Centenario y en esta International Champions Cup ha tenido una asistencia promedio de ochenta mil espectadores por cada amistoso en todos sus escenarios. Es cierto también que Marc Anthony fue aplaudido y celebrado; a los que amamos el fútbol en su natural e histórica esencia (sin cantantes a medio tiempo y sin VAR) solo nos quedará pasar videos de Mundiales pasados y recordar lo que algún día fue y no será.

Desde este humilde rincón, donde aún festejamos lo añejo, solo unos pedidos a los próximos organizadores del Mundial del 2026: sigan sorprendiendo con esos megaestadios, mejoren el uso de la tecnología y, por el amor de Dios, quítenle el micrófono a esos divos de la música que suelen subirse al estrado en las finalísimas de la NFL. Presten atención a los primeros treinta minutos del Barza-Real del último sábado. No puede haber nada más musical que eso, no hay ritmo superior en tiempo presente. Ese el único concierto que necesitamos y que nunca deberá terminar.

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