José Antonio Bragayrac
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Ocho meses después de que el bombardero B-29 lanzara sobre la ciudad japonesa de Hiroshima una bomba atómica, Jorge Bergoglio, de apenas 10 años, iniciaba con entusiasmo y un fervor casi religioso su peregrinación por 15 veces consecutivas al Viejo Gasómetro. Era abril de 1946 y dos días antes de la asunción de Juan Domingo Perón al poder en Argentina, San Lorenzo perdería el clásico ante Huracán. En la tribuna, como todos los partidos ese año, estaba de pie, alentando con euforia, un niño de 10 años que casi siete décadas después sería nombrado Sumo Pontífice en la Capilla Sixtina del Vaticano.