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Ocho meses después de que el bombardero B-29 lanzara sobre la ciudad japonesa de Hiroshima una bomba atómica, Jorge Bergoglio, de apenas 10 años, iniciaba con entusiasmo y un fervor casi religioso su peregrinación por 15 veces consecutivas al Viejo Gasómetro. Era abril de 1946 y dos días antes de la asunción de Juan Domingo Perón al poder en Argentina, San Lorenzo perdería el clásico ante Huracán. En la tribuna, como todos los partidos ese año, estaba de pie, alentando con euforia, un niño de 10 años que casi siete décadas después sería nombrado Sumo Pontífice en la Capilla Sixtina del Vaticano.
Ese año, con Bergoglio, que se convirtió en el Papa Francisco I, en la tribuna en todos los partidos de local, San Lorenzo se coronó campeón. Hoy falleció a los 88 años de edad.
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El lazo entre Bergoglio y San Lorenzo nunca más se rompió. En 2008, el club le otorgó el título de “socio centenario” con el carné número 88235. Incluso tras convertirse en Papa Francisco en 2013, continuó pagando su membresía con regularidad. En su escritorio del Vaticano, una camiseta firmada por el equipo se luce como una especie de trofeo sentimental.

“Siempre iba con mi padre y mis hermanos Óscar y Alberto a ver jugar al San Lorenzo en el Viejo Gasómetro, el estadio cuna de los “cuervos”, como nos apodaban los aficionados rivales a causa de la sotana negra de los salesianos”, recuerda Bergoglio en su libro autobiográfico publicado este 2025.
En 2019, San Lorenzo le rindió homenaje al inaugurar un estadio juvenil llamado “Papa Francisco”, consolidando la conexión entre el pontífice y el club de sus amores. “El fútbol enseña solidaridad, esfuerzo colectivo y respeto”, ha dicho en varias ocasiones, cada vez que era interrogado sobre su gusto por la pelota y la utilidad de este deporte en el mundo.

De Messi a Maradona
En 2013, poco después de su elección como Papa, Francisco recibió a la selección argentina en el Vaticano. Entre los jugadores estaba Lionel Messi, quien, visiblemente emocionado, se acercó y dijo: “Es un honor conocerlo, Su Santidad”. Francisco respondería con una calidez propia de un familiar, ligados no solo por la nacionalidad, también por el fútbol: “El honor es mío, Lionel. Tú das alegría a millones. No olvides jugar con humildad y alegría”.
El encuentro fue breve pero significativo. Messi después mencionaría que conocer al Papa fue uno de los momentos más especiales de su vida.
Años después, en el 2019, Francisco sería intervenido por una pregunta difícil. El periodista, que buscaba un titular, lanzó el misil a la espera de sangre:
—¿Es un sacrilegio decir que Messi es Dios?—.
—En teoría, es un sacrilegio. No se puede decir eso. Yo no lo creo. ¿Tú lo crees?”—, respondió el Papa y argumentó: La gente dice dios, yo te adoro…Adorar, solamente a dios. Son expresiones de la gente: ‘Este es un dios con la pelota en la cancha’. Son modos populares de expresarse—.

En el 2021, Francisco tuvo una dedicatoria para Diego Armando Maradona que levantó polémica, casi como si se tratara de un offside mal definido por el VAR. “(Maradona) En el campo era poeta, un gran campeón que dio alegría a millones de personas, en Argentina como en Nápoles. También era un hombre muy frágil”, dijo el Sumo Pontífice sobre el exjugador argentino fallecido en noviembre del 2020.
En la sala Pablo VI del Vaticano, allá por abril del 2014, el papa Francisco y Maradona se dieron un abrazo que además de dar la vuelta al mundo, se convertiría también en un paradigma de fe al que los argentinos bautizaron como “el abrazo del hijo pródigo”.
“Dos potencias se saludan”, fue lo primero que le dijo Maradona a Francisco al estrecharse en un abrazo, relata el diario Clarín. Salvando las diferencias, los dos conquistaron el mundo desde Italia. Uno con su juego, el otro con la palabra. Eso sí, aunque lo elogiaba en el verde, fue duro con él: “Maradona fue un grande, pero como hombre fracasó. El pobrecito tropezó con la corte de quienes lo adulaban y no le ayudaron”, dijo en 2023.
El día que Bergoglio fue ‘mufa’
Como el amor, el fútbol sigue siendo tan impredecible como el número de estudios realizados para hallar un algoritmo que haga fiable su predictibilidad. Cuando ambas pasiones colisionan, surgen anécdotas como las del Alfio Basile, exentrenador argentino que a fines de los años 90 asumió la dirección técnica de San Lorenzo, club que arrastraba una racha infinita de malos resultados.
“Era el debut. Yo había hecho la arenga final. ‘Hoy debemos ganar y pasar por arriba, porque somos superiores’, no me acuerdo quien era el capitán, pero estaba en el medio, y levantaba a sus compañeros. En ese momento, entra un cura y se coloca en la puerta del camarín”, relata Basile en un programa de TV Pública, en 2014.

Basile, un entrenador con una forma de ser y actuar muy peculiar, era también popular por sus restricciones al camerino de sus equipos. “Yo no dejo entrar a nadie, menos en día de partido”, repetía en cuanta entrevista dedicaba.
“Yo pedí que lo sacaran. ‘¡Échalo ya!‘, no quiero ver a ningún cura en el vestuario. No quería a nadie que me distrajera a los muchachos, no vaya a ser ‘mufa’”, añade sin poder aguantar las carcajadas. Años después, en abril del 2013, Basile se enteraría que aquél cura que él echó de los vestuarios era Bergoglio, ahora el papa Francisco.
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