"La llave inglesa", por Guillermo Oshiro. (Foto: Agencias)
"La llave inglesa", por Guillermo Oshiro. (Foto: Agencias)
Redacción DT

Campeón mundial Sub 20 y Sub 17 por primera vez en su historia, además de ser monarca del Europeo Sub 19 y subcampeón en la Sub 17 –perdió la final por penales ante España–, este mágico 2017 podría ser el punto de inflexión que tanto han esperado los inventores del fútbol para dominar un juego en el que cedieron su rol protagónico para interpretar papeles secundarios. Esos trofeos se ven bien decorados con el capote en la Champions League con sus cinco equipos clasificados a octavos de final, solo uno de ellos siendo segundo de grupo y con el 77% de los puntos ganados en conjunto (21 triunfos y apenas 3 derrotas). Parece que en Inglaterra también están pasando cosas.

Los títulos de sus selecciones juveniles revelan que la inversión de sus clubes no apunta exclusivamente a potenciar la glamorosa Premier League con contrataciones extranjeras, señalan también un nuevo camino que transitan con una evidente apuesta a futuro por el futbolista inglés. Nada garantiza que el éxito en esas categorías se replique en mayores –el único título de Alemania en menores, por ejemplo, fue en la Sub 20 de 1981 y ya vemos cómo les va en mayores–, pero sí que existen muchas probabilidades de nutrirse con elementos que bien guiados en su proceso de maduración podrían devolverle a los británicos una selección a la altura de lo que merece su alcurnia.

Ya sabemos que estos últimos logros no son producto del azar, son el indicativo de una política futbolística que podría generar que pronto los equipos de la Premier tengan hegemonía británica. Material humano tienen. Y de compradores compulsivos podrían transformarse en obsesos formadores, quizá obligados también por los efectos tardíos del ‘brexit’ por ‘nacionalizar’ otra vez su fútbol.

En todo este proceso ha tenido mucha influencia la llegada de jugadores foráneos y la apuesta por técnicos extranjeros –de sus cinco representantes en Champions ninguno tiene entrenador inglés, mientras que apenas el Tottenham tiene preeminencia británica en su once base– que han cambiado la percepción del fútbol en el Reino Unido. La típica apuesta por el fútbol directo –el pelotazo, el juego aéreo y la simplicidad para evitar la elaboración– ya es obsoleta, la mayoría de los equipos de la Premier le agregan fuertes dosis de habilidad y creatividad a sus propuestas, se juega más al ras del piso y no se restringe todo a la rigidez de los automatismos tácticos. En esa evolución lo que perdura es la dinámica y la agresividad que ofrece un toque especial a su nuevo estilo, que ha asimilado bien la diversidad de propuestas, algunas opuestas como las de Pep Guardiola y José Mourinho, o con puntos de concordancia como las de Jürgen Klopp y Mauricio Pochettino. Todas ellas se ven reflejadas en sus selecciones juveniles.

Hoy Inglaterra tiene jugadores adoctrinados bajo las nuevas influencias y Rusia 2018 debería ser el gran escenario para hacer eco del gran cambio que ya dio sus primeros frutos este año. Con una nueva identidad, los ‘pross’ han encontrado la llave para abrir ese baúl de la felicidad que se cerró con los recuerdos de la hazaña del 66. Volver a asumir el papel principal que le corresponde en el fútbol parece ser cuestión de tiempo.

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