Cuando Philipp Lahm hizo el partido perfecto
Cuando Philipp Lahm hizo el partido perfecto
Redacción EC

ADOLFO BAZÁN

El fútbol se decide por goles pero se define por los pases. Es su esencia, el resumen mismo del juego: mimar con el pie una pelota, patearla con el alma, entregarla a alguien que viste los mismos colores, recorrer un campo de unos 100 metros de largo hasta que trasponga un arco. Tan fácil de describir como difícil de ejecutar. Por algo “¡¡¡pásala!!!” es con mucho el grito que más retumba en un estadio. En cualquier estadio.

Algo de esto debe conocer , capitán de esa máquina bárbara y roja que es hoy el Bayern, y que hace una semana se embriagó con el título de la a 7 fechas del final. Y algo debe saber, decíamos, el puntilloso defensa a quien ha convertido en un mediocampista de fino diseño y macizo rendimiento, porque ante el Hertha, Lahm alcanzó la perfección.

No marcó ninguno de los tres tantos que pusieron sello al 3-1 bávaro en la capital alemana ni dribleó a medio conjunto rival repetidas veces, sino que consiguió algo más difícil: sus 134 pases a un compañero llegaron a buen destino, no equivocó uno solo, tuvo un 100% de efectividad. El gol, el bendito desahogo que se transforma en afonía, solo fue la consecuencia natural de ese espectáculo de precisión que brindaron Lahm y su afinada orquesta.

Porque a buen pasador debe haber buen receptor, y buen entendedor, más una suma de permanente movilidad y velocidad, y harta práctica y ensayo (para no hablar de talento) a fin de que el acierto supere con creces al error. Y Lahm alcanzó la meta ideal. Y en esa ruta que combina cifras con estética marcha el Bayern, que de 1.063 pases en aquel partido completó 992, algo así como el 93,32%. Números que originan escalofríos en el rival que fuere.

Juéguese otro partido perfecto, Lahm. Roce de nuevo lo sobrenatural. El fútbol y las matemáticas se lo agradecerán.

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