Zinedine Zidane no para de ganar títulos como técnico de Real Madrid. Esta vez el ganó la Supercopa de Europa al Manchester United de José Mourinho. (Foto: EFE)
Zinedine Zidane no para de ganar títulos como técnico de Real Madrid. Esta vez el ganó la Supercopa de Europa al Manchester United de José Mourinho. (Foto: EFE)
Guillermo Oshiro Uchima

Uno es sinónimo del presente brillante del madridismo, el otro del pasado oscuro. En el estadio Filip II de la exótica Macedonia –futbolísticamente hablando–, superó a en lo que se podría calificar de una lucha antagónica en todo sentido. Entre ambos hay un mar de diferencias solo unidas por el banquillo del .

En el 2010, el portugués llegó al Bernabéu vestido de santo, era el profeta que llevaba sus mágicos mandatos para terminar con el sacrilegio del Barcelona. Cinco temporadas después, el francés era la temeraria elección de la Casa Blanca tras la partida de Ancelotti. Era un monaguillo que debía oficiar misas en el templo blanco. Las profecías en ambos casos difieren totalmente de la realidad. Fue un gran pecado seguir a ciegas las tablas de los mandamientos futbolísticos. El éxito y el fracaso no dependen de una sola variable técnica.

‘Mou’ se despidió del Real Madrid con una Liga, una Copa del Rey y una Supercopa de España. Un título por cada año en el club. Cero trofeos internacionales. Salida por la puerta trasera y sin dejar momentos para el recuerdo. Nadie lo extraña. ‘Zizou’, en cambio, ganó absolutamente todo lo que disputó fuera del territorio español: dos Champions, dos Supercopas de Europa y un Mundial de Clubes. En casa, una Liga de dos le permite desmarcarse de su condición de novato que suponía puras piedras en el camino. Ya no es el principiante con suerte. Ahora es simplemente lo que es: un entrenador exitoso.

Más allá que hoy Zidane sea sinónimo del éxito en tiempo presente y a Mourinho se le va terminando la pócima ganadora –aunque su frasco todavía no está vacío en el banco del Manchester–, la diferencia que separa más a ambos es el estilo, que suele ser más que un simple término balompédico despreciado por el pragmatismo que muchos pregonan, porque se dice que el espectáculo es ganar.

Para ‘Mou’ es evidente que solo importa el triunfo. En sus últimos tiempos de escasez ha acentuado su amor por el arte de defender. Si nunca le interesó la posesión de balón, ahora menos. No se pone rojo incluso sentado en el banco de un grande como el Manchester viendo cómo el Real Madrid juega al camotito con sus jugadores en Macedonia. Prefiere futbolistas disciplinados en la táctica más que a los virtuosos que se arriesgan en crear. Esa fórmula le funcionó siempre y no hay motivos para cambiar.

La prédica del francés es totalmente distinta. El protagonismo lo gana con el balón, siendo ofensivo, buscando con imaginación y paciencia todos los huecos posibles en sólidas murallas armadas por diez hombres para dar el golpe de autoridad. Su Real Madrid, a diferencia del de Mourinho, es efectivo y también preciosista. Y ese toque lo dan sus jugadores que tienen una especial sensibilidad con los pies. ‘Zizou’ busca clones de Kroos, ‘Mou’ prefiere los robots tipo Matic. La diferencia está entre la inventiva y la esquematización.

Ayer ganó la propuesta más atractiva. El presente le ganó al pasado.

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