Rinus Michels luego de ganar la Euro 88. (Foto: AP)
Rinus Michels luego de ganar la Euro 88. (Foto: AP)
Ricardo Montoya

Raudo se acerca el asistente con la data fresca. El Ajax tiene que enfrentarse al Feyernood por la punta de la Eredivisie y el técnico del equipo debía tener la información correcta. “¿Sabe  que el centrodelantero de ellos ha recorrido 13 kilómetros en su último encuentro?”. La breve respuesta no se hizo esperar: “Qué mal debe haber jugado para tener que desplazarse tanto”. La anécdota contradice, parcialmente, la idea de que la revolución que generó , primero con su Ajax multicampeón y, después, con la selección holandesa en Alemania 74, haya tenido que ver con la intensidad física.

No era solo una cuestión de despliegue sino de distribución, de sincronía y, sobre todo, de juego concertado lo que aspiraba conseguir con sus planteles el técnico de Ámsterdam. También había un compromiso conjunto de ser agresivos para recuperar la pelota cuando se perdiese, y veloces cuando tocara agredir al rival. Holanda, bajo su tutela, aprendió a ser un once corto en defensa y otro amplio cuando exploraba el campo enemigo. Lejos de la robotización a la que aludía su kubrickiano apelativo, ‘La Naranja Mecánica’ exhibía, con Cruyff a la cabeza, elevados niveles de inspiración. La filosofía de Michels así lo permitía. Cumplir con los roles encomendados no debía inhibir la inspiración individual.

Por esa evolución táctica, expuesta luminosamente sobre el césped, aquel once inolvidable de los Países Bajos contradijo al olvido a los que están condenados habitualmente los que no fueron campeones. Catorce años después ‘El General’, como se le conocía a Michels por su liderazgo y sus pericias estratégicas, pudo cobrarse la revancha al superar a Alemania en Hamburgo, en su ruta hacia la conquista de la Eurocopa de 1988. Ese era el equipo campeón de Van Basten, Gullit, Rijkaard y Koeman.

Michels ya había saboreado victorias importantes en los clubes que dirigió. Con el Ajax se coronó campeón del torneo de Holanda cuatro veces (también lo había ganado como jugador) y alcanzó la Liga de Campeones en el 71. En España, dirigiendo a Sotil y Cruyff, terminó con 15 años de sequía sin títulos para el Barcelona en 1974.

No es, sin embargo, su nutrido palmarés lo que llevó a que, póstumamente, (Michels falleció en el 2005), “The Times” y la FIFA lo eligieran el técnico más competente del siglo XX. Tampoco fue la clave para que, hace unos días, “France Football” fuera más allá y lo nominara como el mejor entrenador de la historia. No son únicamente los títulos conseguidos lo que cuenta. Es, en cambio, su legado en el tiempo, esa semilla que sembró para que más adelante Cruyff, Rijkaard o Guardiola, siguiendo sus cánones, optimizaran su propuesta. La calidad de juego del Barza, que tanto hemos paladeado los últimos años, es en realidad una sucesión de búsquedas temporales que tuvieron su genealogía en la idiosincrasia futbolística de Rinus Michels.

Es controversial si la nominación de “France Football” tiene un marcado sesgo eurocentrista. Al punto de que el brasileño Telé Santana, un compendio del saber futbolístico, figura en un incomprensible puesto 35. Más allá de pifiarla de cara al gol con algunos nombres, creemos que en la elección máxima no cometieron errores; Marinus Jacobus Hendricus ‘Rinus’ Michels inventó el fútbol total. Él es el padre de la criatura.

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