“El Caso Coutinho es interesante: un mediapunta brasileño consolidado en el Liverpool ficha por el Barcelona puntero, que lo necesita simplemente como contrapeso de márketing a la partida de Neymar, no por una necesidad futbolística real”. (Foto: AFP)
“El Caso Coutinho es interesante: un mediapunta brasileño consolidado en el Liverpool ficha por el Barcelona puntero, que lo necesita simplemente como contrapeso de márketing a la partida de Neymar, no por una necesidad futbolística real”. (Foto: AFP)
Jerónimo Pimentel

El mercado de invierno europeo se solía entender como una forma de corrección de aquello que no pudo establecerse de manera regular en la pausa estival de Europa, a inicios de temporada, cuando los clubes refuerzan sus plantillas, hacen la pretemporada y se preparan para el curso siguiente. Ya no se puede decir que esa es su función. El fútbol europeo vive en una compra-venta constante en la que la ventana de contratación se abre y cierra simplemente para finiquitar lo ya negociado. Era difícil imaginar que esa sería una de las consecuencias de la Ley Bosman.


Así las cosas, alrededor del fútbol se crea otro deporte que lo parasita, para algunos igual de entretenido: el de las transferencias. Tiene su propio público, periodistas especializados, negociadores profesionales y agendas separadas. No debería ser negativo si es que no tuviera algunas consecuencias deportivas cuestionables: jugadores con media temporada en un equipo y el resto en otro, lo que hace casi imposible una adecuación real; inflación desmedida de los precios y cláusulas exorbitantes de rescisión; hype.


El Caso Coutinho es interesante: un mediapunta brasileño consolidado en el Liverpool ficha por el Barcelona puntero, que lo necesita simplemente como contrapeso de márketing a la partida de Neymar, no por una necesidad futbolística real. La prensa madrileña siempre crítica con lo que ocurre en Cataluña pone algunos datos para el contexto: la asistencia al Camp Nou es la más baja en una década y, a pesar de su liderazgo, los azulgrana distan de parecer una potencia. ¿Coutinho logrará revertir esa tendencia?


De la misma forma se podría problematizar la situación de Alexis Sánchez, tentado por Manchester City, PSG y demás. La razón del Arsenal para venderlo ahora es hacer caja con una figura que necesita pero que en seis meses se irá por cero. La razón del chileno es desconocida, salvo que los ‘gunners’ le parezcan poco barco para el marinero que él es. Situaciones de este tipo devienen en conflictos de interés. Virgil van Dijk dejó Southampton a la mala: Pellegrino no sintió que el holandés se esforzara lo suficiente y lo relegó al banco, sabedor de que no podría contar con él en el mediano plazo. Hoy Van Dijk es refuerzo del Liverpool y, también, el defensa más caro de la historia.


Hay un factor adicional que puede ser tomado como un atenuante. En los años mundialistas la actividad del mercado de invierno aumenta su velocidad comprensiblemente: los jugadores que no tienen titularato en sus clubes están desesperados por minutos de juego con el fin de mostrar sus virtudes al seleccionador nacional. Es el caso de Kevin Mirallas, que deja el Everton para ir al Olympiacos; o el de Theo Walcott, que busca club para impresionar a Southgate.


El efecto dominó amenaza con hacer frenéticos los intercambios. No sorprende, en un futuro ultralibertario, que a un costo pactado cualquier jugador pueda cambiar de equipo en cualquier momento, previo depósito. En la columna de pérdidas se acumulan los heridos: Sudamérica como escenario futbolístico; la identificación de un jugador con una insignia y, por tanto, con un colectivo; y la primacía del orden capitalista como criterio único para desarrollar el fútbol profesional.

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