Renzo Gómez Vega

Quienes gustamos del fútbol podemos dividirnos en quienes enaltecen la táctica y diseccionan un partido con más autoridad que un entrenador, aquellos que a diario se desviven por hallar los datos más asombrosos e inéditos, y los que se quedan atrapados con las historias que sobrevuelan este deporte de masas.

Pero todos, en menor o mayor medida, somos amantes del espectáculo y del folclor que lo rodea.

Hay quienes están escandalizados porque dos entrenadores del “primer mundo del fútbol” se pecharon, se sacaron pica como dos chiquillos y estuvieron a un empujoncito de ejercitar sus brazos.

No sé, ustedes, pero yo no sentía ese fuego en los banquillos desde , y lo agradezco. Una rivalidad que marcó época y nos mantuvo pegados por lo que sucedía dentro y fuera de la cancha.

Ayer, el alemán y el italiano nos enseñaron que un apretón de manos puede desencadenar una guerra. Y que detrás de sus millones y sus dibujos tácticos hay dos tipos ultracompetitivos a los que les hierve la sangre cuando afrontan un clásico londinense.

De Conte se tenía antecedentes: recordemos sus fricciones con el , así como la famosa ocasión en que improvisó un ring en los entrenamientos del Inter de Milán y se colocó unos guantes de boxeo para solucionar amistosamente un entripado con el argentino Lautaro Martínez.

Si bien el historial de Tuchel no muestra incidentes de este tipo, es conocido por sus entredichos con directivos y con algunos jugadores como Mbbapé en el PSG.

Por ello, alguna vez, el medio español “Mundo Deportivo” lo bautizó como “una mente brillante de trato complicado”.


—Empate ‘picante’—

Más allá del ‘agarrón’, el Stamford Bridge fue testigo de un partido entretenido que se definió golpe por golpe en cada área.

A los 19′, el Chelsea de Tuchel complació a la platea con una jugada preparada: tiro de esquina de Cucurella, los cabeceadores potenciales jalan marca y Koulibaly aparece en escena para empalmar una asistencia de treinta metros. Una alabanza al pizarrón.

A los 68′, Højbjerg, el “primo” danés de Alejandro Hohberg, aprovechó una desatención de los ‘Blues’ para empatar el partido transitoriamente con un remate lo suficientemente esquinado para vencer a Mendy.

Fue allí que Conte corrió como un chiquillo de 14 años a gritarle el gol a Tuchel en su cara pelada y se dio el primer fogonazo.

Nueve minutos tardó la venganza del flacucho Tuchel: James venció a Lloris y de inmediato el técnico alemán de gorrita salió disparado a regodearse.

Tuchel y Antonio Conte, un hervidero.
Tuchel y Antonio Conte, un hervidero.

Pero el Tottenham, tozudo como su entrenador, insistió. El premio fue para Kane, que en los descuentos se elevó más que todos para sellar el empate con un cabezazo.

Luego pasó la deliciosa escena que no nos cansamos de ver: el apretón de manos que por poco acaba en batalla campal y el “mírame a los ojos” de Tuchel.

¡Caramba! Y recién vamos en la fecha 2 de la Premier League. Que no les extrañe ver a estos dos intercambiar algunos afectos en cuanto tengan la más mínima oportunidad.

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