Sporting Cristal goleó de visita 4-1 a Alianza Lima en la primera final del Torneo Descentralizado. (Foto: Fernando sangama - GEC).
Sporting Cristal goleó de visita 4-1 a Alianza Lima en la primera final del Torneo Descentralizado. (Foto: Fernando sangama - GEC).
Redacción DT

Gabriel Costa, figura total de la noche, celebra el tercer gol mostrando el antebrazo a las tribunas de Matute. El uruguayo quiere simbolizar su sangre caliente, la experiencia y la fuerza. Esa fuerza vencedora que los celestes tanto han cantado en tribunas, calles y que apareció para hacerse dueño de La Victoria.

En la hora más urgente de Sporting Cristal, cuando Alianza Lima lo había arrinconado contra las lonas, apareció la sabiduría de Carlos Lobatón. Preciso para servirle a Costa y sellar el tercer tanto cervecero, cuando el empate blanquiazul se hacía inminente. Goleada 4-1 y primer golpe en la mandíbula para esperar el partido de vuelta en el Nacional este domingo.

En casa, y con su gente, Alianza Lima sintió la responsabilidad de imponer el ritmo y la presión. Reducía espacios el cuadro íntimo, aunque con pocas posibilidades de llegar en ventaja al área celeste.

Tenía más la pelota el cuadro íntimo y eso aprovechó Sporting. En un veloz contragolpe, Costa desbordó sin problemas y sirvió para la aparición de López (6 minutos). Sacaba provecho muy rápido por las bandas el cuadro cervecero, comenzó a adelantarse y, con pelota parada, Revoredo muy rápido aumentó la cuenta. En solo diez minutos, el visitante imponía condiciones.

El marcador les sonreía a los celestes; sin embargo, los íntimos lograron sostener la velocidad y la insistencia en su propuesta de juego largo.

La segunda parte fue más accidentada, Alianza Lima empujando, persistiendo y allí se impuso la figura del golero rimense Patricio Álvarez. Las dudas que el ‘Pato’ tuvo en el juego aéreo las compensó con precisión en el mano a mano.

El 2-0 lucía inamovible hasta esos diez minutos finales con Adrianzén forzando un rebote en Merlo, que encendió las treinta mil almas que nunca hicieron silencio en el Alejandro Villanueva.

La esperanza íntima se esfumó con el gol de Costa y se volvió repentina pena con el cuarto tanto del ingresante Pacheco. Imponente y categórico. Como la celebración de Costa, con la alegría de este Gabriel inspirado que no escribe novelas, pero que le regaló al Rímac una noche de realismo mágico.

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