Marco Quilca León

Mientras Matías di Benedetto está a punto de sufrir un calambre y se tira al césped para elongar, el hincha crema no duda en seguir desgarrando sus cuerdas vocales con gritos cada vez más fuertes. Esa fue la esta tarde trágica de clásico en el Monumental: una hinchada que no solo acompaña, sino guía, y guía a su manera, con impaciencia y ansiedad; y un equipo que se deja influenciar y lo termina pagando caro.

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Alianza Lima ha ganado el primer clásico del año por 2-1. Es la segunda victoria al hilo de los íntimos en casa crema, una racha que penetra en el orgullo del hincha que maldice trescientas veces antes de enseñar, con algunos gestos de impotencia, como si fuera el mismísimo Lionel Messi, cómo se debe parar un balón, tirar un centro o cabecear para anotar ese bendito gol del empate.

Se pusieron a la venta cerca de 55 mil entradas. Y el Monumental lució repleto. Banderas cremas, familias enteras, niños asistiendo a su primer clásico. Todo en un domingo de verano por la tarde para el mejor partido de la fecha, uno de los encuentros más importantes del año. ¿El otro? El otro clásico que se jugará en Matute. Es así. La temporada se divide en cuántos Alianza vs. U se jueguen.

El ambiente, el espectacular recibimiento con humo crema, los papeles picados y el aliento fueron las mejores motivaciones para un equipo merengue que salió con todo desde el primer segundo. De hecho, José Rivera tuvo en sus pies el primero ni bien empezó el encuentro. Una jugada por derecha que terminó con Ancajima entrando al área a toda velocidad y sacando un centro razante, pero que Rivera no pudo concretar.

Y la ‘U’ también fue eso: llegar al área rival, insinuar, pero no anotar. El ¡Ufff! del hincha, acompañado con el gesto de incredulidad y las manos en la cabeza, fueron recurrentes durante los primeros 45 minutos. Nadie podía creer cómo es que un equipo profesional se fallaba tantos goles. “Esto ya se veía venir”, le dice un joven de 30 años aproximadamente, vestido con la camiseta granate de 2021 y sus lentes, a su compañero. Y le explica brevemente que vio los amistosos del equipo en la gira en Chile y la falta de eficacia era un problema. No descubría nada, pero acertaba en el análisis.

Para colmo, en la primera insinuación aliancista, Pablo Sabbag anotó el 1-0. Corrían los 19 minutos y el refuerzo colombiano, que reemplazó a Hernán Barcos, se creó solo una jugada para marcar un golazo y silenciar por un momento el Monumental. Lo que no hacía Valera y compañía en área blanquiazul, Sabbag lo hizo en zona crema.

El estado de ánimo dice mucho. Mientras en la ‘U’, Carvallo no duda en recriminar a sus defensores por el gol recibido. Y en Alianza, Barcos, que hasta ayer era titular indiscutible, es el primero en salir a celebrar el gol de Pablo, su “rival” en el puesto. Al ‘Pirata’ poco le importa que el colombiano tenga un gol más que él, lo importante es que el equipo está ganando.

El hincha, por su parte, empezaba a impacientarse, a llenarse de impotencia. Herido en su orgullo por la celebración del ‘Jeque’ , quien se llevó las manos a las orejas, como Messi ante Países Bajos en el Mundial Qatar 2022. “No los escucho”, parecía decir, mientras algunos hinchas en occidente observaban atónitos y algunos jugadores que estaban en el banco de suplentes salían raudamente a su encuentro.

Quince minutos fueron suficientes para el hincha para que refresque la garganta y sueñe con la remontada. Pero no bastó para el equipo crema. Alianza se adelantó una vez más con un golazo de Gabriel Costa. Pudo haber sido el 3-0, pero al extremo le anularon un tanto casi al iniciar la segunda mitad. El marcador resaltaba un 2-0 que llenaba de irá a todos en la tribuna.

Con un equipo sin vida, sin reacción, Carlos Compagnucci decidió echar mano al banco de suplentes. La gente se levantó cuando vio que Luis Urruti era llamado e iba corriendo al banco a ponerse su camiseta. Detrás de él, Alex Succar hacía lo mismo. Sin embargo, las pifias no se hicieron esperar cuando el cuartos árbitro señaló que los reemplazados serían José Rivera y Martin Pérez Guedes. Rivera fue lo mejor que mostró la ‘U’, pero el DT decidió sacarlo.

El revulsivo hizo efecto y Urruti puso el 2-1. Un gol esperanzador que despertó a todo el estadio. Ya no solo cantaban en la popular norte, ahora todos estaban de pie. No había más hinchas que se creían técnicos o jugadores, sino solo hinchas que cantaban, alentaban y desde esa posición empujaban a su equipo.

La expulsión de Carlos Zambrano fue un detonante para el hincha. Como si hubiera caído una bomba en las tribunas. El ‘León’ pateó por detrás a Piero Quispe y ninguno de los jugadores fue a increparlo. El único que se acercó tímidamente fue Nelson Cabanillas, pero el defensor aliancista le respondió. Y se fue caminando, haciendo gestos provocativos a la tribuna y con total tranquilidad. La escena quedó marcada como un mensaje que caía de las gradas mientras el hincha no sabía cómo demostrar su ira: la ‘U’ adolece de caudillos, de líderes que pongan la cara en estos momentos. La hinchada lo sabe y también lo sufre. Para campeonar no basta con llenar el Monumental.