
Hace dos años, Erick Noriega se ganaba la vida cargando cajas en la empresa de transportes de su tío y por las tardes fungía de profesor de vóley en una academia. Se había probado en la reserva de Alianza Lima sin éxito y aunque consiguió ser fichado por un club alemán de tercera división, en la embajada le negaron la visa de trabajo. El pesimismo resonó en su cabeza. “Tal vez el fútbol no es para mí”, pensó. Un providencial llamado desde la San Martín cambió su vida. En el 2024, Comerciantes Unidos se fijó en él y a los pocos meses se probaba la blanquiazul por primera vez.
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En el 2021, César Inga disputaba el ascenso con la camiseta de ADT. Antes había vestido la verdiamarilla del Unión Juventud, que pese a haberle ganado a los tarmeños, resultó eliminado por un reclamo en mesa. El dolor que se apoderó de Chimbote entero no fue compartido por Inga, quien fue fichado por los celestes como refuerzo. Dueño del lateral izquierdo, puso lo suyo para ganar la Copa Perú y al año siguiente ya se codeaba con las máximas figuras de nuestra poderosísima Liga 1. Su rendimiento ascendente no paró y en el último tercio del 2024 recibió un llamado telefónico. Era Manuel Barreto.
- El partidazo de César Inga ante Barcelona de Ecuador por la Copa Libertadores:
Inga y Noriega. O, si quiere, Noriega e Inga son los jugadores más destacados de la milagrosa semana sin derrotas del fútbol peruano. Sea de stopper con cualquier perfil o como lateral volante, Inga ha demostrado cuajo, atrevimiento y una eficiencia pocas veces vista en un jugador que nunca hizo divisiones inferiores ni pasó por una selección. La lesión de Di Benedetto le permitió saltar al cuadro titular de Universitario, cuando se creía que sería una de esas contrataciones que se estancan en la categoría promesa.
Noriega es hechura de Gorosito. Llegó a Alianza para jugar como central, pero cuando el argentino decidió armar su zaga con Zambrano y Garcés, el único sitio disponible se hallaba en la mitad de la cancha, delante de los zagueros. Al principio le costó. Manejar los tiempos para el anticipo o la fuerza para el cruce fue una asignatura que mejoró partido a partido. Nacido en Nagoya hace 24 años, es un tapahuecos incansable que gana por presencia física y hace diferencias por su panorama para el pase. Cuando cometió el penal que le dio oxígeno a Talleres en su último partido de Copa, pareció sentir que el mundo se lo tragaba. Se quedó congelado sobre el piso con la mirada clavada en el cielo, sabedor del carácter letal de esa metida de pata. Pero se recuperó con rapidez y, lo mejor, desde la tribuna recibió más apoyo que maldiciones.


Inga es el protagonista de una historia repetida: la del suplente casi relegado al que se le abre una puertita y la aprovecha llevándose el mundo por encima. ¿Cómo sacar del titularato a este chimbotano de pantorrillas de acero, que detuvo el corazón de medio país cuando le arrebató el balón al ecuatoriano Rivero metiéndole el botín entre sus piernas con la precisión de un cirujano experto en extraer tumores imposibles? Con Noriega pasa lo mismo. Es imposible pensar en este Alianza quiebra rachas sin Erick en la mitad de la cancha.
Inga y Noriega. Noriega e Inga. Póngalos en el orden que quiera. De nuestra decachalandrada Liga 1 aún pueden salir futbolistas de calidad. Agradezcámosle al Papa Pancho por tremendo milagrito.
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