"Lleva tiempo llegar a ser joven", por Ricardo Montoya
"Lleva tiempo llegar a ser joven", por Ricardo Montoya
Ricardo Montoya

La San Martín quiere obrar milagros. Solo así puede explicarse la apuesta de la dirigencia santa por un plantel que promedia apenas los 20,4 años de edad en un medio exitista y antropófago como el del fútbol peruano.

A priori, el proyecto de los santos parecía un desvarío, una osadía e inclusive los más suspicaces murmuraban que “esta era la manera más decorosa que tenía la universidad de ir dejando de invertir de a pocos en un club que apuntaba a un naufragio inminente”. No se puede competir con un equipo lleno de chicos contra instituciones que, en muchos casos, sextuplican tu presupuesto. El descenso, se decían los pocos hinchas albos, asoma en lontananza. Se equivocaron ellos y nos equivocamos todos. Hoy la armada de Santa Anita se ubica segunda en el grupo donde compiten los tres grandes del país y apenas tiene un revés en los ocho partidos que ha jugado.

A la ‘U’ la tuvo contra las cuerdas. Y si el ‘Chucho’ Chávez ( 32), el único ‘viejo’ entre tanto joven, no hubiese errado el penal contra Fernández, solo un punto separaría a la San Martín del puntero. Fue empate pero el atrevido once blanco superó en posesión y ocasiones de gol a los cremas. Contra Cristal, los albos no pudieron contar con dos de sus mejores futbolistas. Portales (de muy buen campeonato) y Oliva no alinearon contra los bajopontinos porque son jugadores rimenses que están a préstamo en Santa Anita. Pese a ello, durante 70 minutos el novel equipo del argentino Bustos (otro acierto dirigencial) estuvo a la altura del desafío. Todo cambió cuando Villegas, juez del partido, se equivocó groseramente. Primero, anulando un gol legítimo a Chávez. Y después, midiendo con criterio dispar las faltas de Huerto (expulsado) con las de Revoredo y Calcaterra. Es difícil predecir el destino de ese encuentro si el arbitraje hubiese sido correcto. Lo cierto es que, ya sobre el final, y con un hombre menos, los santos se desmoronaron en lo anímico. De eso sacó provecho un Cristal insaciable para endilgarles una dolorosa goleada. Después vino Alianza y, tras un primer tiempo parejo, los campeones nacionales tomaron el control del partido. Una vez más, el arbitraje fue cuestionable. Saúl Salas fue correctamente enviado a las duchas, pero el íntimo Miguel Araujo, que debió correr la misma suerte, se quedó en el campo. De todas formas, en la emergencia y ante la avalancha blanquiazul, el elástico Alejandro Duarte (23) respondió con reflejos impresionantes. Empatar en Matute nunca es tarea sencilla.

Entonces, ¿dónde radica el mérito de este equipo? Primero, en el modelo de negocio. La San Martín debe tener el récord en el Perú en cuanto a lo exiguo de su presupuesto y al promedio de edad de sus integrantes. El proyecto escogido prioriza el talento antes que la experiencia. Han acertado en la confección del plantel y en elegir al técnico encargado de comandar al grupo. Estos jóvenes tienen una identidad y una propuesta de juego definida. Al margen de los resultados, conservan un estilo y eso es valorable porque antepone el cómo a la mera consecución del qué.

La San Martín además está nutriendo al futbol peruano de varios chicos que ya son parte de la Sub 20. Entre sus seis convocados destaca, nítidamente, Jairo Concha. Se trata de un volante que regala atrevimiento, técnica depurada y visión global del juego. Hay que seguirlo de cerca.

Toma tiempo llegar a ser joven, pero está claro que el primer paso es atreverse. Y eso no es un milagro, es una decisión.

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