Miguel Villegas

Quizá muchos hinchas no lo sepan, quizá algunos muchachos ni siquiera habían nacido, pero hace 17 años Carlos Compagnucci dirigió a la ‘U’ caótica que ya anunciaba el desastre. Era una ‘U’ en escombros. Contaba con la tercera parte del presupuesto del actual, apenas podía contratar jugadores del Nacional B argentino —Sapito Pereyra, Piñón Fijo Molina—, vivía sometido a las eternas pugnas dirigenciales que involucraban a socios de bandos enemigos y todavía, pasado el tricampeonato, era gobernado bajo la influencia —directa o indirecta— de Alfredo González (+). Importaban más los caprichos de un directivo que algún proyecto a futuro. Era una ‘U’ de nombres, que se resistía a morir.

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