Criado en una familia humilde, Gregorio Pérez tuvo que valerse por si mismo desde adolescente para colaborar en un hogar que contaba con necesidades. Sin embargo, el amor por el fútbol siempre fue en abundancia, el mismo que su padre le inculcó desde que era pequeño
Hincha de Peñarol desde la infancia, reconoce -en una entrevista con ‘El Espectador’- que sus máximas virtudes son la honestidad y sinceridad, pero consideró la impulsividad como su peor defecto.
Tuvo una corta carrera como futbolista, ocupó la posición de mediocampista en Defensor Sporting durante cuatro temporadas (1976-1979). Su retiro se dio a los 32 años, tras una lesión al tobillo.
“Somos muy amigos, casi como familiares”, dijo acerca e su vínculo con Óscar Washington Tabárez, estratega con el que trabajó durante dos años y medio en la selección de Uruguay.
Finalmente, se califica como “paternal” con sus dirigidos, pues asegura no marcar distancia con ellos y brindar la confianza suficiente para si en algún momento alguno necesita de él.