Parece que fue hace un siglo y ocurrió apenas un año atrás: el 8 de marzo del 2020, Universitario y Alianza Lima jugaron un clásico a estadio lleno como si supieran iba a ser el último. Hubo goles —ganó la ‘U’ con autoridad 2-0—, hubo espectáculo de circo—el desfile del técnico aliancista— y tuvo escenografía de infierno: 30 grados en Ate y 46.174 espectadores contra once futbolistas en la cancha. Como ese almuerzo familiar que se canceló creyendo que habría tiempo para reprogramarlo, ambos equipos se fueron pensando en una revancha. En mañana. Pero esa tarde nunca llegó.
Su valor, en consecuencia, no es el puntaje de partidazo —DT le puso apenas 6 puntos— o algún gol de factura maradoniana. Es su registro, la estadística, las versiones de los que estuvieron; el puro romanticismo de haber jugado en unas condiciones que posiblemente no volverán.
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El partido, como tantos otros clásicos, se empezó a jugar mucho antes de que Miguel Santiváñez haga el sorteo con los capitanes, José Carvallo y Leao Butrón. Las 12 veces que han repetido el clásico en GOLPerú en los últimos 6 meses transmiten lo que la vida sin cuarentena decía: habrá tiempo. Habrá otro clásico. Este fue uno más.
Esta es la historia detrás del último clásico jugado con la libertad de poder abrazarse con un desconocido y gritarle el gol en la cara, lluvia de sudor y euforia tribunera incluida. El último de Gregorio Pérez y el último de Pablo Bengoechea. El último de Jonathan Dos Santos y Alejandro Hohberg, los futbolistas más efectivos de la ‘U’ 2020. El último de los jugadores tipo Beto Da Silva o Carlos Ascues con sueldo millonario en Alianza. El último antes del miedo. El último de los dos grandes en Primera División.
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El clásico del domingo 8 de marzo del 2020 empezó realmente el lunes 2, muy temprano a la mañana. Ese día, el jefe de prensa del club crema Rubén Marruffo buscó temprano al profesor Gregorio Pérez para entregarle un pedido especial, tan o más urgente que los horarios de conferencia o la logística del fin de semana: un libro. “Hablábamos mucho con el profesor. Sobre la ‘U’, el fútbol peruano, los ídolos. Y esa semana hablamos del clásico. Entonces se me ocurrió conseguirle El Clásico, el libro de Jaime Pulgar Vidal que mejor ha tratado el origen de la rivalidad”, dice Marruffo, un año después del 2-0. Marruffo es un antiguo hincha de Universitario, muy hincha, que luego estudió para periodista y antes de la jefatura de prensa crema, tuvo experiencia en prensa, radio y producción de TV. Y como suele ocurrir en los químicamente puros, aquel pedido del entrenador uruguayo lo conmovió. Y faltaba más.
Ese, sin embarco, no el primer acercamiento de Gregorio a la historia de Universitario. Algo sabía, desde que hubo el primer contacto, cuando el técnico aceptó conversar con la ‘U’ en el verano, una ‘U’ caótica y endeudada: apenas enterado del interés, tomó un Buquebús desde Uruguay para entrevistarse con el gerente deportivo Jean Ferrari y luego de 3 horas de viaje, en 2 minutos llegó a un acuerdo. Tampoco el primer libro sobre la historia estudiantil que quería leer: apenas en Lima, instalado ya desde el 26 de diciembre del 2019, el técnico pidió, con carácter de urgencia: “¿Podrían conseguirme la Enciclopedia de la ‘U’ del ingeniero Rafael Quirós? La quiero leer”. Quien se la consiguió, también, fue Marruffo.
“No sabes lo que pasó el día del partido”, recuerda. “Habíamos preparado un homenaje pequeño para Miguel Seminario y el Negro Galván. Luego los acompañé al vestuario para saludar a los muchachos. Y entonces se acerca el profe a Miguel y le dice:
—¿Usted es Seminario, el del golazo a Alianza? ¡Qué honor!
Ese día supe que estábamos dirigidos por un señor”.
Y un entrenador que, bueno o malo, leía.
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El superclásico 364 de la historia fue 2-0 final para la ‘U’ pero empezó mal, como goleada. La noche anterior supuestos hinchas identificados con Alianza Lima empapelaron toda la avenida Prolongación Javier Prado con un volante que decía, no con pocos argumentos, “Tu último clásico. Atte. La Sunat” —con las dos primeras U invertidas—. Hacía eco de la calamitosa situación institucional y financiera de la ‘U’ —una deuda concursal, hoy, de 384 millones 241 mil 511 soles, según la actual administración—, que esa semana estaba en uno de esos picos de tensión: según Raúl Leguía, administrador de Universitario nombrado por Sunat, unos 30 sujetos intentaron tomar el Estadio Monumental y secuestraron a la seguridad del club. Era el 4 de marzo: faltan solo 96 horas para jugar esa final del Apertura 2020. “Yo tuve que ir de madrugada y me encontré con gente que quiso tomar el club con armas de fuego. Como si la cancha fuera un penal o peor que eso”, me dijo Franco Velazco, entonces abogado del club crema, a la mañana siguiente. La policía llegó muy temprano, también agentes de la Dinincri y por orden de la fiscalía cercó perímetros en las oficinas con esa poco elegante cinta amarilla que convierte lo que toca en recinto sospechoso.
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A tres horas de allí en auto, en Campo Mar, la experiencia de Gregorio Pérez apaciguó el clima bélico que se vivía en una cancha que solo cuatro días después tenía que ser una fiesta. El día anterior a la toma, cuando ya se tenían rumores de un ingreso violento de parte de Gremco, el uruguayo habló con los jugadores y les pidió absoluta concentración, cero redes sociales y entrenarse como nunca para lo que él llamaba “el partido más lindo de jugar”. En eso fueron claves hombre claves del staff adjunto al cuerpo técnico, hombres de utilería y seguridad como Menú, Pajita, o Zapatito, con más de 20 años en la ‘U’, que sirvieron de puente para recordar fechas memorables, viejos clásicos ganados y costumbres distendidas como el fútbol tenis. No sé si todos se han percatado pero si bien no juegan los domingos, hay que ver cómo son buscados para celebrar cuando uno dentro de la cancha anota el gol del triunfo.
Esa semana no hubo el clásico asado: estos partidos no se celebran antes de jugar.
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Un día antes del partido, el periodista Horacio Zimmermann escribió este tuit: “Pablo Bengoechea ha renunciado a la dirección técnica de Alianza Lima”. Era sábado y no trabajo los sábados. Menos al mediodía: a esa hora o estamos haciendo las tareas con mi hijo, o estoy almorzando con algunos amigos o, sencillamente, dejo el teléfono debajo de la cama, con la saludable intención de perderlo.
Pero era la previa del clásico y es imposible desconectarse. Y además, Zimmermann no es solo un periodista que respeto sino del que he sido testigo laboral en El Comercio: no publicaría nada con esta certeza de no ser porque alguien de la administración aliancista se lo había confiado. Estaba en un almuerzo con dos amigos muy querido y el almuerzo, como era lógico, entró en trance.
Igual que los movimientos certeros en la Bolsa de Valores, los tuits noticiosos se mueven con velocidad y prestigian: 500 interacciones, 501, 502... 1000, 1100, 1700. Y 327 respuestas, dudas, insultos. El fútbol (y el periodismo deportivo) permite lo que ni el Derecho o la Medicina: cualquier ocioso con iphone de última generación se da el gusto de decirte cómo y cuándo hacer su trabajo.
Lo cierto es que sí, Bengoechea había renunciado. Y él mismo lo confirmó, tras la derrota en el clásico ante 46.174 hinchas de la ‘U’ que lo insultaban.
Pablo Bengoechea ha renunciado a la dirección técnica de Alianza Lima.
— Horacio Zimmermann (@Horacon) March 7, 2020
“Desde que inició el año hasta el 5 de marzo, no logré convencer al plantel de lo que quería —dijo el uruguayo, campeón con Alianza en 2017—. No quedó claro lo que se tiene que hacer en una institución tan grande. Comuniqué que la situación me había superado y que me siento sin fuerzas para ayudar”. Luego, en esa conferencia de despedida en Matute, agregó: “Esta decisión no fue tomada de un día para otro. Ya lo venía pensando y el sábado se lo comuniqué a mis jugadores. Simplemente que decidí acompañarlo el domingo en el clásico”.
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Las horas en blanco entre el sábado de la renuncia y el pitazo final de Santiváñez, a los 100 minutos por alargue, explican lo que estaba pasando en ese vestuario. Jugadores irrespetuosos con la institución, sin brújula y pocas ideas, y además con un líder agotado, luego de tres temporadas en que los llevó a pelearlo todo a nivel local. “No les da vergüenza, no les da vergüenza”, le gritó al cuarto árbitro, Víctor Hugo Carrillo, cuando se fue expulsado por invadir el campo tras una falta cobrada cerca del área blanquiazul. Era el minuto 80., 1-0 abajo. Cruzó de norte a sur, en lenta procesión, armado apenas de sus lentes ahumados y su pasado exitoso. “No les da vergüenza, no les da vergüenza”, gritaba. Ni uno solo de sus jugadores se acercó a hablarle. Quizá el mensaje no era para los jueces.
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A las 2 de la tarde la televisión arrancó la transmisión en el cable con un panel inédito para un encuentro de este tamaño: tres mujeres periodistas en el staff para conducir y comentar el partido. Carolina Salvatore en los diálogos, y Milena Merino junto a Ana Lucía Rodríguez a ras de cancha. Fue un gesto de GOL Perú: esa tarde se conmemoraba el Día Internacional de la Mujer. En la ‘U’ también se organizó el partido como si se tratara de un hecho histórico: por primera vez el Monumental lució una gigantografía con sus colores que abrazaba la parte baja de las cuatro tribunas, un trabajo que celebra el arte de la optimización de los recursos. Carlos Barrientos era jefe de marketing del club crema y así lo recuerda. “Lo pensamos semanas antes, con el equipo de diseño y Ugo Ávila, uno de los mejores artistas de la cultura popular de la ‘U’. La idea era banear esa parte del estadio, darle otra vida y más color, hacer sentir la localía con frases que nos identifican a grandes y niños: La garra de la ‘U’ es la garra del Perú; Vamos cremas, vamos; Y uno feliz porque era así, porque tú jugabas con cariño, por amor a la camiseta... Lo otro fue la exposición de nuestras marcas con tableros led en oriente, también por primera vez en una fecha que no fuera la Noche Crema”. ¿Cuánto costó esto al club”, le pregunto. “Cero. Nada. Madrugadas del equipo con muchachos de ISIL, que ese día llegaron al club a las 7 a.m. Y la gestión de todos en la administración”.
Había un tema: la COVID ya estaba en el Perú: en los baños de occidente, oriente y sur familiar, se instalaron dispensadores con alcohol en gel, se desinfectaron los baños y se logró un convenio con la empresa privada para entregar artículos de higiene femenina en las puertas. Siempre, en un club con las deudas de la ‘U’, todo es insuficiente. Pero el equipo que organizó el encuentro, desde la seguridad hasta el área de gerencia, se entregó como si de eso tratara el futuro de sus vidas.
Lo curioso de esto es que muchos de esos trabajadores luchan hoy en tribunales por cobrar los meses de sueldo de febrero y marzo que la gestión Gremco nunca les reconoció.
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Sellado el 2-0 con gol de Jona de Dos Santos y terminado el partido, no hubo celebración. No había tiempo. Hubo una breve charla y luego cada uno de los futbolistas se fue a su domicilio. El calendario y los rumores de la violencia del virus de la COVID-19 cortaron cualquier posibilidad. “Nada de celebración, el profe además era muy serio. No había por qué. Y además jugábamos viernes con Cantolao y no daba para relax”, dice Jean Ferrari, gerente deportivo entonces y hoy candidato al Congreso por Victoria Nacional. Solo hubo una frase que quedó para la historia, digo bien, para el vestuario, cuando alguno de sus futbolistas más importantes se le acercó para abrazarlo y Gregorio Pérez le dijo, con absoluta honestidad.
—Te dije. Ganar un clásico así es de la puta madre.
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