Sergio Markarián. (El Comercio)
Sergio Markarián. (El Comercio)
Mario Fernández

El ‘periodismo extorsivo’ condena al protagonista mala onda, de frases cortas o monosilábicas. No me declaras, te mato. No me hablas bonito, como si fueras mi pata, te liquido. siempre ha tenido una relación tensa con la prensa; no ha sido ni en sus épocas más mansas un tipo sencillo.

El punto es que no le toca al periodista en serio calificar las habilidades sociales de un entrenador sino sus aportes futboleros, lección que muchos seudodateros con perfil para el resentimiento no aprenden ni aprenderán jamás. En ese sentido, colocan a Markarián casi a la altura de Pepe o Chemo, como si además de fracaso numérico, tampoco hubiera dejado nada.

No ha sido su caso. Dejando claro que fuera del podio en la Copa América 2011, su gestión en Eliminatorias fue mala, sí es cierto que hubo una preocupación en proyectar jugadores en posiciones a futuro, en lugares donde no sobraban. De hecho, Advíncula, Yotún, Ramos, Carrillo y Hurtado llegaron al ciclo de Gareca con un promedio de 20 partidos internacionales que respaldaron sus posibilidades.

Se trató de apuestas concretas que no se pueden soslayar en zonas como el lateral derecho, el izquierdo, los extremos por banda y un central compañía de Rodríguez. No incluyo aquí ni a Ruidíaz –8 partidos jugados- ni Cueva – 6 partidos jugados- ni Flores –1 partido- porque, aunque debutaron con él, no llegaron a un alto número de encuentros como para considerarlos de la ‘era Markarián’.

Solo la mezquindad de quienes postulan –seguramente dictados por su oficialismo galopante- que cuando llegaron a Videna en 2015 “solo había escombros”, podría negar eso.

En lo que sí falla Markarián –quizá guiado por un ego que nunca fue chico- es en hablar de “30 jugadores convocables” como herencia. Fueron mucho menos, pero los hubo.

Es más de lo que otros podrían decir. En ese sentido, se pasó de menos a más en cuerpos técnicos de Videna. Del casi nada de Chemo, al aporte de Markarián y al éxito de Gareca. Así, al menos, lo veo yo.

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