Mauricio Fiol, nadador peruano. (Foto: Agencias)
Mauricio Fiol, nadador peruano. (Foto: Agencias)
Jerónimo Pimentel

La polémica iniciada por no hace sino confirmar lo poco que aprovechó su para obligada para reflexionar acerca de su profesionalismo. El deporte no consiste en tener la mejor preparación posible, ni en obtener resultados a cualquier precio. Significa conseguir las metas autoimpuestas a través de medios lícitos, lo que implica una continua reflexión ética. También, alcanzar logros gracias a valores como el esfuerzo, el compañerismo y el respeto, no a costa de ellos. Los hechos ocurridos en los últimos días dejan muchas dudas sobre si Fiol lo entiende de la misma forma.

El reclamo del nadador se resume en un capricho: aunque no se han podido controlar oficialmente sus marcas por la sanción que recibió (dio positivo por estanozolol en Toronto 2015), la Federación Peruana de Natación (FPN) debió reservarle un cupo en las pruebas de mariposa donde ostenta el récord nacional. La cadena de actos que exige esta demanda es ridícula: el comando técnico tendría que haber convertido las pruebas clasificatorias en simples simulacros y advertir a los nadadores locales que consiguieron las marcas mínimas que ello no sería suficiente para ganar una plaza en los Juegos porque una de ellas ya estaba reservada. Eduardo Tabini, el presidente de la FPN, lo ha sintetizado perfectamente: “No es un problema de calidad, es un problema ético”. Tampoco se le puede acusar de mala fe: la federación que dirige ha dispuesto que Fiol ocupe las posiciones disponibles en 200 m libres y postas luego de no pocas gestiones con la Federación Internacional de Natación, pero Fiol las ha rechazado. En suma, es lo que él exige o nada. En otros ámbitos de la vida, a eso se llama chantaje.

Mauricio Fiol dio positivo por estanozolol en Toronto 2015. (Foto: EFE)
Mauricio Fiol dio positivo por estanozolol en Toronto 2015. (Foto: EFE)

¿Quién habrá convencido a Fiol de que era necesario que recurra a los medios a pedir que retiren a uno de sus colegas y lo nombren a él en su lugar? ¿Creerá que la presión pública bastará para doblar las posiciones de principio que ha asumido la FPN? ¿Pensará que la desesperación por obtener medallas hará que la presión sea, tal vez, política?

La idea detrás de esta campaña es mesiánica y peligrosa: el país debe renunciar a sus reglas, procesos y formas porque un deportista sancionado nos ofrece una posibilidad de podio. Lo demás no importa, pues el fin justifica los medios. Cuesta encontrar una idea más alejada del espíritu olímpico, que dicho sea de paso es el pensamiento que está detrás –no es irrelevante recordarlo– de los Juegos Panamericanos que se celebrarán en Lima a fines de julio.

Por último, se puede sostener que hay una ingenuidad detrás de este debate. La hipotética medalla que Fiol conseguiría, si el mundo fuera como él quiere, no cambiaría en absoluto el estado ni la salud del deporte peruano en general. El examen que rendirá el país será el mismo con o sin él, solo que en un caso habrá primado el respeto y, en el otro, la natación se habrá convertido en otra expresión de aquello que detestamos: la cultura de la informalidad, el privilegio y el ventajismo. Una medalla no hace un verano. Menos en el invierno limeño.

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