Dar un paso tras otro lo más rápido posible, sin llegar a perder contacto con el suelo, requiere una técnica depurada, mucha concentración y, sobre todo, un esfuerzo físico muy duro. Con cuatro años como profesional de marcha atlética, Mary Luz Andia lo tiene muy claro. Y aunque en su mente el dolor no existe, su cadera y sus rodillas reflejan el nivel de exigencia que demanda cada día de prácticas.
“Siempre hay dolor. Para nosotros, es normal saber que podríamos llegar a una operación. Nos cuidamos con terapia, pero la marcha te deja grandes lesiones”, expresa la cusqueña. Se sufre, sí, pero su recompensa ha sido la gloria de clasificar a los Juegos Olímpicos Tokio 2020 con apenas 19 años.
PASIÓN POR LA MARCHA ATLÉTICA
El suyo es un caso particular: su interés por la marcha comenzó desde muy pequeña. Conoció el atletismo en su natal Espinar y rápidamente destacó en esta disciplina, aunque no fue hasta los 13 años que se la tomó en serio. Motivada por su profesor de Educación Física, quien le habló sobre la existencia del Instituto Peruano del Deporte (IPD) y se convirtió en su entrenador, decidió comenzar una preparación profesional y plantearse metas a futuro.
Así, desde primero de secundaria participó en los Juegos Interescolares de Cusco. Luego vendrían los Juegos Nacionales y, en 2014, los Juegos Deportivos de la Juventud Trasandina, donde Alfredo Quispe, su actual entrenador, descubrió sus cualidades y le ofreció entrenar en Arequipa.
Mary Luz decidió aceptar, descartando otra opción de mudarse a Huancayo para dedicarse a correr. Apostó todo por su deporte. “Yo ya estaba enamorada de la marcha. Mi madre me impulsó, me ayudó siendo menor de edad. Firmó la carta poder (que necesitaba para viajar) y me dijo que vaya por mis sueños”, recuerda emocionada.
Sabía que venía algo mejor, por eso no me rendí.
Con apenas 14 años, le fue muy difícil dejar a su familia. “Durante tres o cuatro meses lloraba cada noche, pero me decía que no me iba a rendir, que yo venía por algo”, rememora. Los medios y las autoridades prestaban poca atención a la marcha atlética, pero, lejos de desanimarla, esa fue su más grande motivación. Demostrando una mentalidad luchadora, Mary Luz se propuso hacer historia en el deporte y, así, lograr visibilidad para ella y la marcha.
ATLETA DE ÉLITE
En adelante, el estadio Melgar de Arequipa se convirtió en su segundo hogar. Fue difícil soportar un régimen de entrenamiento nuevo y bastante más intenso, aunque eventualmente lo logró. Los resultados fueron mejores cada año y, hoy, es dueña de un palmarés para sacarse el sombrero: Campeona Sudamericana U20, Subcampeona Panamericana U20, cuarto puesto de su categoría a nivel mundial y clasificada a los Juegos Olímpicos Tokio 2020.
Para ella y su entrenador, sin embargo, esos logros no son suficientes. Mary Luz sueña con llegar a ubicarse entre las tres primeras del mundo en la categoría Mayores. “Yo creo que sí lo voy a conseguir. Para mí, esto es como una droga que no puedo dejar: una vez que has logrado algo, lo quieres seguir haciendo”, explica. Esta adicción la lleva a un ritmo de entrenamiento frenético: doble turno de lunes a viernes, un entrenamiento muy fuerte los sábados y un último de menor intensidad los domingos.
Los días de descanso no existen. Menos ahora, cuando está estudiando para ser profesora de Educación Física. “¿Por qué no aprovechar para compartir mi experiencia? Por eso estudio, aunque hay días que entreno tan fuerte que el cuerpo no me da ni siquiera para caminar”, confiesa.
Su prioridad es intentar lograr una medalla en los Juegos Olímpicos de Paris 2024.
Su prioridad, evidentemente, es el deporte. Sus primeros Juegos Olímpicos se acercan y ella se siente cada día más fuerte. La meta es ubicarse entre las diez mejores del mundo, mientras crece como atleta y se prepara para tentar un podio en Paris 2024. “No he sacrificado tanto, como no ver crecer a mis hermanos, para dejarlo todo ahora. Me motiva bastante hacerlo por ellos y por mi entrenador, que es como mi segundo padre”, afirma con pasión.
No podemos adivinar hasta dónde llegará, pero sí hay una cosa segura: rendirse no está en sus planes. “Nada es imposible. Hay que tener paciencia y luchar, porque cada esfuerzo en algún momento tiene su recompensa”.