Seis meses con Pablo Bengoechea. Seis partidos de Selección. No había razones suficientes para ilusionarse, más allá de la motivación, en cada presentación, de jugar mejor. La suma de todos los amistosos es dura y realista. Chile nos refregó las diferencias. No hemos acortado la brecha. Podemos superar a Panamá, Iraq o Qatar, pero frente a selecciones de primer nivel, ante las que disputamos torneos oficiales, seguimos sin competir. Lo más doloroso del 3-0 no es el resultado, es la goleada durante el trámite.
Ningún entrenador anterior tuvo tantos partidos en tan poco tiempo. Bengoechea no los aprovechó. No ha logrado potenciar ni el colectivo ni la individualidad. Todo sigue igual. Fernández sigue dudando, Zambrano sigue pegando, Carrillo sigue fallando, Paolo se sigue alterando y Vargas sigue sin comprometerse en el equipo. Seis amistosos alcanzan para sacar conclusiones: En lo plural, Bengoechea no ha podido hacer progresar a la Selección: sin juego, conformistas y frágiles defensivamente. En lo singular, ningún futbolista mejoró con él.
Tampoco aumentó el universo de jugadores. Con su mirada inmediatista, amparado en su contrato de un año, perdió la oportunidad de promover una renovación natural, prefirió prolongar la presencia de futbolistas que ya fallaron y que no tienen respuestas para llegar a los altos rendimientos que solicita nuestra selección. Después del Sudamericano Sub 20, la Federación prometió un plan para desarrollar a los mejores de ese plantel a fin de que tengan un buen proceso de adaptación en su paso de la juvenil a la mayor. Ante Chile, NINGÚN jugador de aquella Selección pisó la cancha. El proyecto para la generación 93-94 quedó en otra declaración oportunista.
Cada vez se reduce el número de futbolistas consolidados, titulares en grandes ligas, de jerarquía internacional, que desequilibren por sí solos; entonces corresponde priorizar cantidad antes que calidad, con interpretes regulares también se puede progresar. En este caso, la diferencia la hace el entrenador. No nos alcanza un seleccionador. Urge un técnico que incremente las condiciones de los futbolistas con proyección, que a los regulares los haga buenos, que a los malos, los convierta en regulares. Que saque de cada convocado lo máximo de su desempeño y un poco más.
Bengoechea no es lo que necesitamos. Puede ser un buen entrenador más adelante, pero no es lo mejor para nosotros. Darle dos partidos a Gallese, quien debió seguir contra Chile, continuidad a Callens, incorporar de titular a Ascues y decidir por un solo punta, enviando al banco a Pizarro, no es suficiente. Sus convocatorias dejaron el mensaje de ser más de lo mismo y no proyectarse al mediano, ni mucho menos, largo plazo.
Hemos perdido valioso tiempo, desperdiciando amistosos ante selecciones exigentes. Perú debe ir a la Copa América con el comando técnico de la próxima eliminatoria. No más indiferencia e improvisación. Las próximas elecciones en Videna no se sostienen como argumento para no contratar un DT y darle un ciclo mundialista. Manuel Burga tiene todo controlado para ganar, y, seguro, va a ganar. Ojalá se rodee de directores con conocimiento, pasión y capacidad de gestión para incorporar al mejor entrenador posible, que tenga una mirada a futuro, amplíe la base, haga mejores a los futbolistas y presente un equipo más competitivo que acorte la gran diferencia que existe en estos momentos y que Chile nos acaba de recordar.