Ricardo Gareca, DT de la selección peruana (Foto: AP)
Ricardo Gareca, DT de la selección peruana (Foto: AP)
Elkin Sotelo

Sabíamos que no iría al Mundial porque el proceso se empezaba a parecer mucho a anteriores que fueron bien intencionados, pero frustrantes como el de Sergio Markarián. Una alentadora Copa América, una emoción desbordante y los tropezones como consecuencia de la pérdida de rigor en un grupo que se quedaba en la medianía y no cruzaba la línea hacia el sacrificio absoluto.

Un noble reportero de Latina –ajeno al deporte y al fútbol y probablemente con raíces de prensa de farándula- hizo un enlace en vivo desde la casa de Paolo Hurtado y entrevistó a la esposa del joven jugador que hizo el gol del triunfo en Quito. “¿Cuándo viene al Perú cómo lo engríes, qué le preparas de comer?”, preguntó el hombre del micrófono. La señora Hurtado, con el pequeño hijo en brazos, resolvió con sinceridad y sin adornos: “No se puede, cuando viene a la selección está concentrado todos los días y de inmediato regresamos a Portugal”.

Es la base del compromiso con el que cuenta para ejecutar su trabajo deportivo. Lo que le permite tener hombres que no solo sean talentosos, sino también que se encuentren supervisados al máximo en su correcto descanso, alimentación y tratamientos de lesiones. Gareca se concentró en su pizarra y dejó de sintonizar canales de espectáculos.

En las 6 primeras fechas de Eliminatorias, con una política de manejo del plantel opuesta a la arriba mencionada, Perú solo logró 4 puntos de 18 posibles de octubre del 2015 a marzo del 2016. “La vida privada del jugador no me interesa”, había sido el lema del técnico desde que fue contratado y era interrogado cada que aparecía un video de algún jugador a horas de la noche no adecuadas y en programas grotescos. Los futbolistas más mediáticos eran señalados con razón, pero otros con menos persecución tampoco eran cuidadosos de su cuerpo. Se había perdido el norte y el rigor y habíamos dejado de lado la mejor y más genuina parte de ser un equipo chico. “La vanidad es el pecado favorito del diablo”, dicen.

Los resultados de ese tiempo hacían difícil seguir llamando ‘Tigre’ a Gareca. Le quedaba mejor la chapa con la que llegó de Argentina: el ‘Flaco’. Y todos nos debilitábamos.

Aquí el técnico cambia de fórmula en todo sentido. Solo él sabe si el verdadero motivo de su revolución fue repuntar en la tabla hacia Rusia 2018 o justificar su permanencia como seleccionador –en medio de fuertes críticas, división en el directorio FPF y la clara posibilidad de la resolución de su contrato-, involucrando a jóvenes jugadores con miras al siguiente proceso. “Es el cambio generacional”, dijeron sus allegados y menos analíticos observadores, pero de la boca de Gareca no hay registro de una expresión parecida.

Lo concreto es que tuvo manejo político, honesto y correcto, más allá de que siempre le costó ser claro con la afición a través de los medios. Y esto sí por propia conveniencia que a la larga sería también favorable para la selección.

Gareca aprovechó la Copa América Centenario en los Estados Unidos para tonificarse y regresar a ser el ‘Tigre’. En la cancha le dio libertad a Christian Cueva, lo mueve de la banda izquierda hacia el centro y lo consolida como 10; vuelve mariscal absoluto de la zaga a Alberto Rodríguez y empodera realmente a Paolo Guerrero. Reinventa a Yoshimar Yotún en la primera línea de volantes y va olvidando poco a poco a Carlos Lobatón. Redescubre el potencial de Trauco y Corzo y los mentaliza para ser jugadores de selección. Entusiasma a la nueva camada y les genera sentido de pertenencia a la bicolor.

Su nuevo ejército, menos ostentoso y humilde, pero joven, mejor organizado y buscando un nombre, recibe las instrucciones sin muecas: “Del aeropuerto a la Videna”, es en resumen la nueva prédica del profe que tenía mucho por enseñar. Y entendiendo que para Perú las Eliminatorias requieren otra seriedad y manejo diferente a un torneo corto como la Copa América.

Algunos daños colaterales siempre rondaron como la poca continuidad de algunos jugadores y la incertidumbre de su futuro profesional en clubes, sobre todo en el caso de André Carrillo, de infinito talento, pero muchas veces errante en su destino. Gareca otorga un apoyo especial en este caso, por considerarlo una joya del equipo. Ese gesto influye positivamente en el plantel.

Los cuatro fantásticos
Gareca ofreció un mensaje significativo al dejar de lado a jugadores como Claudio Pizarro, Juan Manuel Vargas, Luis Advíncula, Jefferson Farfán y Carlos Zambrano. Detrás de cada alejamiento hay un motivo en particular: edad, indisciplina, lesiones y falta de continuidad. Ubicar el orden de estas razones en ellos es un trabajo que el técnico prefirió no realizar con claridad porque priorizó la tranquilidad de su nuevo grupo. Así culmina la era de los “Fantásticos” y aparecen los “Cuatro Fanáticos” –si se les quiere llamar de alguna manera por ser menos ‘chic’ pero más entregados y arriesgados para jugar-: Edison Flores, Christian Cueva, André Carrillo y Paolo Guerrero. Los puntales en ataque.

De aquellos 5 elementos separados en el pasado, solo volvieron con el tiempo dos, Advíncula y Farfán, quienes se readaptaron a la nueva política de la selección y no volvieron a protagonizar una noticia desagradable (¡no tienen oportunidad de ser perseguidos!). Eso sí, todavía están rezagados en la confianza y consideración. Tanto así que mañana Ricardo convoca a un chico de Segunda División y todos entienden que puede ser titular al día siguiente.

Después de todas estas determinaciones, Gareca lleva a Perú a ser el segundo mejor equipo de las Eliminatorias en la segunda rueda (13 puntos en 7 partidos: ganó 4, empató 1 y perdió 2), solo es superado por el megaclasificado Brasil. Y más allá del puntaje que tiene (24 unidades) y del actual cuarto puesto, la inspiración se encuentra al tope y sin distracciones. La fuerte personalidad del plantel es el tesoro más valioso con el que cuenta el ‘Tigre’ a falta de dos fechas y en zona de clasificación. Ni siquiera hablar del tema del TAS y los tres puntos que cayeron en la bolsa de forma casi gratuita les deteriora el ego. En el fútbol cuando los planetas se alinean a favor de un equipo, solo un desastre sobrenatural de similar magnitud puede cambiar el rumbo del destino. Si antes sabíamos que Perú no iría al Mundial, Gareca pidió la palabra y está hablando con hechos.

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