"Proceso de pies a cabeza", por Guillermo Oshiro. (Foto: USI)
"Proceso de pies a cabeza", por Guillermo Oshiro. (Foto: USI)
Guillermo Oshiro Uchima

En la última encuesta de El Comercio-Ipsos, el triunfo por goleada de Ricardo Gareca ha opacado todo y a todos (98% de aprobación, 95% pide su renovación de contrato), el argentino ha acaparado los aplausos que hasta hoy se escuchan. La marea optimista generada por la gran campaña de la selección ha devuelto la esperanza a un pueblo que había perdido la fe en el fútbol y Gareca es el gestor de toda esta euforia. La gente se lo reconoce, no es mezquina a la hora de endiosarlo. Pero hay que ser justos también en aclarar que no solo los que se visten de corto y saltan a la cancha o arman la estrategia del juego son los que deben llevarse el mérito de un objetivo. No son los futbolistas ni el comando técnico los únicos que deben quedarse con todo el crédito por alcanzar el repechaje que nos coloca a solo 180 minutos de interrumpir nuestra pesadilla de 36 años sin mundiales.

Así como en épocas pasadas habíamos detectado el germen del fracaso detrás del sillón presidencial de la Federación Peruana de Fútbol, hoy debemos remarcar también que con el cambio de mando nuestra triste historia empezó a torcerse. No sería serio pensar que el proceso de Gareca es solo su buena conducción del equipo apoyada en varios golpes de suerte (los 3 puntos del TAS, la mano de Ospina, los resultados de la última fecha) o que todo es sencillamente producto divino del “ya tocaba”. Este proceso que nos permite acariciar Rusia 2018 es un cúmulo de buenas intenciones y mejores gestiones. Cada detalle disciplinario de Gareca que fortaleció al grupo –con convicción absoluta en la apuesta por el compromiso del jugador–, cada una de sus apuestas tácticas jugaron en pared con las decisiones de la directiva de la FPF por cumplir todos sus requerimientos en cada entrenamiento o viaje para potenciar a la selección. Cada devolución de pelota al pie de un lado y otro permitió que se avanzara un paso más en este camino cada vez menos tortuoso.

Por ello, el 73% de aprobación de la gestión de Edwin Oviedo al mando de la federación es también el razonable reconocimiento del hincha para un dirigente que optó por trabajar bajo la sombra, sin figuretismo ni asumiendo los antiguos roles de todopoderoso de la Videna. El ex titular del Juan Aurich asumió la conducción de nuestro fútbol desde el silencio y con una apuesta saludable que al menos ve en la selección resultados de una gestión exitosa: la profesionalización de todas las áreas de trabajo de la FPF.

En el ámbito deportivo, que es lo factible, la decisión de darle la responsabilidad absoluta a Juan Carlos Oblitas (79% de aprobación le queda corto) fue también el punto de partida del proceso de Gareca. El ojo del ‘Ciego’, con pasado de futbolista y técnico, es la mejor prueba de que las mejores decisiones las toman los especialistas en cada rubro. Ya no más comisiones de fútbol con dos, tres o cuatro representantes de clubes encargados de interrogar a los candidatos al banquillo de la selección. No más dirigentes que apuesten por su intuición para elegir al técnico indicado. No más gente improvisada en cargos que deciden el futuro del equipo de todos.

A solo dos encuentros del objetivo final, con Nueva Zelanda como obstáculo en el tramo final de un proceso que no será un trámite, habría que reconocer también el trabajo de Oviedo. El efecto dominó en nuestra selección se produjo con su asunción en la Videna. Pero este solo debe ser una de las piedras angulares del gran cambio que requiere nuestro fútbol.

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