Agustín Lozano es el presidente de la FPF y máximo responsable de la crisis deportiva. (Foto: FPF)
Agustín Lozano es el presidente de la FPF y máximo responsable de la crisis deportiva. (Foto: FPF)
Pedro Ortiz Bisso

¿En qué se parecen Luis Roth, Gustavo Ferrín, Daniel Ahmed, Juan Carlos Oblitas, César ‘Chalaca’ Gonzales, José Luis Pavoni, Julio García, Julio César Uribe, Víctor Rivera, Dragan Miránovic, Tito Chumpitaz, Luis Bolaños, Hernán Saavedra, Titín Drago, Rafael Castillo, Óscar Hamada y José del Solar?

Todos alguna vez dirigieron una selección juvenil, les fue mal y fueron repudiados por la hinchada y el periodismo.

Los únicos entrenadores que pasaron por el cargo y mantuvieron su prestigio intacto fueron Jorge Orth, artífice del subcampeonato en el Sudamericano de 1958 (sí, aunque usted no lo crea) y Juan José Oré, quien no solo alcanzó el éxito deportivo con la Sub 17, sino que convirtió a los ‘jotitas’ en un fenómeno cultural.

El fracaso, con sus pequeños matices, ha sido una constante. Nunca hemos sido relevantes. Nuestros poquísimos éxitos han sido la excepción a la regla. Sin embargo, luego de cada torneo la reacción ha sido la misma: el entrenador es despedido y se ataca a mansalva a los chicos. Los directivos, en tanto, más preocupados en no perder sus ‘sacrificados’ puestos fingen hacer un mea culpa o lanzan ‘noticias-bomba’ para que el público se olvide de sus metidas de pata (¿alguien en su sano juicio creía que Pekerman vendría al Perú?).

¿Cómo hacemos para romper este bucle que nos envenena sin remedio? La solución es muy simple: el fútbol peruano necesita refundarse. Es hora del control-alt-delete y empezar de nuevo. Esto pasa, en primer lugar, por la renuncia de la directiva de la federación. En el mundo real (porque la Videna es Narnia), ninguna empresa aguantaría a directores con tantos desaciertos. Se necesita abrir la cancha para que ingrese gente con ideas frescas. La federación debe manejarse como una corporación moderna, con reglas claras, profesionalismo y transparencia absoluta.

José Pekerman era uno de los más voceados para asumir el rol de director en la FPF. (Foto: Getty)
José Pekerman era uno de los más voceados para asumir el rol de director en la FPF. (Foto: Getty)

Paralelamente, se debe obligar a los clubes a convertirse en instituciones serias. Suena tonto, pero a este extremo hemos llegado. Si no tienen campos de entrenamiento, divisiones formativas, servicio médico y de nutrición adecuados, no merecen participar en un torneo profesional. Si se necesita jugar un campeonato con 12 equipos (como ya ocurrió), listo. Y a seguir adelante.

Chemo se equivocó al creer que recorriendo el país en busca de talentos iban a mejorar las cosas. La formación de jugadores es tarea de los clubes. El seleccionador es solo eso: un seleccionador. Su trabajo es escoger los mejores del universo que tiene a mano y en el Perú la masa de jugadores elegibles es liliputiense porque apenas un puñado de clubes trabaja. Y en los altos mandos de la federación nadie quiere ajustar al resto porque tienen miedo de perder su porción de poder.

Y aquí llegamos a la madre del cordero: el poder. Vivir en el planeta fútbol resulta muy seductor. Quienes entran no quieren salir de ahí. Olvidarse de viajes, viáticos, coctelitos y otras cosillas no entra en los planes de aquellos que no suelen mirar más allá de su ombligo. Esa es la principal razón de este desastre. Nadie mira el horizonte porque no quieren perder su cuota de poder.

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