(Bloomberg) La pompa que invadía Pekín esta semana mostraba que la visión expansiva de China sobre un nuevo orden económico mundial tenía otro objetivo: fortalecer el control del presidente Xi Jinping sobre el poder en el país.
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Desde las campañas de adulación de los medios estatales a las palabras del propio interesado, el llamado Foro Un Cinturón, Una Ruta destacó repetidas veces la importancia de Xi para la iniciativa de infraestructura y comercio que llevó a 30 líderes mundiales a Pekín, incluido el presidente ruso Vladimir Putin. El jefe del Partido Comunista se atribuyó el mérito del “proyecto del siglo”, algo inusual en un sistema político que hace hincapié en el liderazgo colectivo.
“Esta es la iniciativa que propuse en 2013”, dijo Xi el lunes en una mesa redonda con los líderes de las Naciones Unidas, el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional. “Esta iniciativa surgió de mis observaciones y pensamientos sobre la situación del mundo”.
Un mayor prestigio puede ayudar a Xi a nombrar a funcionarios que lo apoyen durante la reorganización de la dirigencia que tiene lugar dos veces cada diez años y que determinará sus posibilidades de implementar una revisión económica general de gran carga política. Xi ya se ha convertido en el líder más poderoso de China desde por lo menos Deng Xiaoping en los años 90, y los próximos años darán forma a su legado durante las próximas décadas.
“En un año de transición del poder, si uno puede anotarse una victoria diplomática o de política interna, es una ventaja política”, dijo Zhang Jian, profesor asociado de ciencias políticas de la Universidad de Pekín. “La Iniciativa Un Cinturón, Una Ruta es un proyecto a gran escala que vincula la economía nacional con la diplomacia, es su política más importante y la que definirá su legado”.
Desde que en 2013 Xi expuso por primera vez sus planes de recrear las antiguas vías comerciales de la Ruta de la Seda entre Asia y Europa, el programa ha cambiado repetidas veces de nombre y ha sido elevado a la categoría de una estrategia nacional de primer nivel que abarca todo el mundo. El domingo, Xi prometió 540.000 millones de yuanes (US$78.000 millones) en financiamiento y alentó a los bancos a aportar otros 300.000 millones de yuanes en capital extranjero para apoyar su proyecto.
Entretanto, la intensa cobertura estatal presentaba la Iniciativa Un Cinturón, Una Ruta como poseedora de un potencial casi sin límites para rehacer el mundo, con China –y Xi- en el centro. La televisión estatal mostró a Xi y a su famosa esposa Peng Liyuan recibiendo al presidente turco Recep Tayyip Erdogan y otros jefes de Estado, mientras que diplomáticos de alto nivel como el ministro de Economía del Reino Unido, Philip Hammond, desfilaban por el escenario para alabar el programa del presidente.
“Gracias a él, más y más personas están interesadas en la China de hoy”, decía de Xi un video sobre el foro elaborado por el diario del partido People’s Daily. “Bajo su liderazgo, el círculo de amigos de China es cada vez más grande.”
La pompa dejó poco espacio para hablar seriamente sobre la forma de superar los retos que enfrenta una iniciativa tan radical. Un participante en las sesiones de discusión política que pidió no ser identificado dijo que los eventos no ofrecieron mucho más que comentarios preparados de elogio a Xi, con lo que se desperdició la oportunidad de realizar un debate importante sobre cómo colaborar y gastar mejor el dinero de China.