(Ilustración: Giovanni Taza)
(Ilustración: Giovanni Taza)
Redacción EC

Hace algunas semanas tuve la oportunidad de ir al concierto del joven y virtuoso pianista Benjamin Grosvenor en el Gran Teatro Nacional. Justo antes de comenzar, se escuchó en el altavoz: “Está terminantemente prohibido tomar fotos o videos durante la totalidad de este evento”.

Ni bien comenzó el recital, me di cuenta de que estábamos al frente de uno de los mejores pianistas de nuestro tiempo, y la verdad provocaba filmarlo, compartirlo pero por qué hacer algo que acababan de declarar prohibido. Sin embargo una persona, situada a dos asientos de mi lado izquierdo, sacó su celular y comenzó a filmar a escondidas, sin que la vieran. Me dio vergüenza y cólera al mismo tiempo, pero no había chance de que fuera yo el que interrumpiera semejante espectáculo en el que el silencio era tal que se podría escuchar cualquier mínimo ruido que no fuera el piano.

Tampoco quise estropearme la magia de disfrutar a semejante genio de la música. Así que esperé a que viniera el intermedio para tratar de entender a esta persona. Ella era una señora de aproximadamente 65 años, que aparentaba ser educada y de clase social alta o media alta. Le dije: “Señora, ¿usted escuchó la indicación de que estaba prohibido filmar?”. Y me respondió justificándose: “Es que mis hijos viven fuera y quería compartir este concierto tan lindo”.

El intercambio no duró más de 10 segundos antes de que la señora saliera apurada y hasta indignada. No regresó. No sé si se fue o se sentó en algún otro lugar, pero realmente espero que haya reflexionado y aprendido que el cambio está en nosotros.

¿Qué nos hace optar por lo prohibido, por lo que sabemos que no está bien? ¿Qué nos hace no respetar la ley? Creo firmemente que hay dos cosas que influyen en el cambio de conducta de las personas para respetar la ley. En primer lugar, cambiar la percepción de impunidad. Basta que la gente se dé cuenta de que sus acciones traen consecuencias, que el castigo es caro para que comiencen a cambiar. Segundo, ser ejemplo y demandar de los demás. Con tino y energía pero sin afán de pleito debemos hacer ver a los demás cuando algo está mal. Tenemos que ser más los que hacemos las cosas bien y los que llamemos la atención a quienes no lo quieren hacer. Al que ensucia, al que se mete en la cola, al informal que no da factura o vende productos adulterados.

Este concepto aplica para nuestra convivencia en las calles. Son 342 los artículos de la Ley General de Tránsito del Perú. Hemos sido declarados este año la peor ciudad para manejar en el mundo. Lo que quiere decir que la gran mayoría no respeta la ley ni al resto. Y tengo claro que hay tres cosas mínimas para poder comenzar a cambiar nuestra cultura y convivencia en las calles. Tres reglas de oro que todos debemos comprometernos a cumplir al manejar un vehículo en el Perú:

1) El paso de cebra. Siempre démosle paso a la persona que está por cruzar por el crucero peatonal.

2) No al tapón. Nunca bloqueemos una intersección. Bloquear el paso de otros carros en un crucero crea mala sangre y genera mucha frustración.

3) Dile sí a la luz direccional. La direccional es una señal de permiso, de pedido de pase, así que comprométete a siempre darle paso a quien te muestra la direccional y a siempre usar la tuya.

El ejemplo y la disciplina no es lo que más influye en el comportamiento de las personas, ¡es lo único!

Sé el cambio que quieres ver en el Perú.

Lee más noticias de Economía...

Contenido sugerido

Contenido GEC