(Foto: El Comercio)
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Inés Temple

Soy de las que cree que en el lo que muchas veces falta es cariño.

En el contexto de este artículo, cariño en el trabajo está referido a estimar y respetar profundamente a los demás, colaborar por encima de lo supuesto o esperado, tener una franca buena actitud, dar más de uno. También se refiere a un genuino interés por el bienestar del otro, cuidar el lugar de trabajo como propio, entre muchas otras cosas. Lo es también dedicarse a lograr el propósito, la misión o la razón de ser de la organización, incluso aportando muy por encima de lo pactado en lo estrictamente laboral.

Dar reconocimiento generoso, abierto y frecuente, es por ejemplo una positiva manifestación de cariño hacia los demás que va más allá de lo profesional o lo esperado. Es una forma de afecto que traspasa esa frontera y busca compartir nuestra satisfacción o admiración con un trabajo bien hecho, sin falsos remilgos ni las inseguridades de muchos que no las comparten por ahorrarse el quizá sentirse menos o pensar que la otra persona abusará de algún modo de nuestra transparencia. Por eso es muy importante ofrecer aceptación y aprobación permanente a quienes trabajan con nosotros.

Muchas veces las malas actitudes en el trabajo son el reflejo de la falta de cariño hacia la organización, a determinados jefes o ciertas conductas o políticas que afectan a las personas. Por eso me intriga cuando veo o leo sobre quienes, por ejemplo, con cada acto de desamor por su país demuestran el poco afecto y respeto que sienten por él y por todos nosotros.

Al trabajo hay que quererlo y llevarle nuestras mejores intenciones y ojalá además ponerle pasión. Eso lo siente el equipo, lo siente el cliente y nos llena el alma. A nuestros colegas hay que darles calidez, energía positiva y afecto. Eso lo sienten, los motiva e inspira mucho; genera confianza. Y mientras más damos cariño y respeto, más nos lo devuelven en un círculo virtuoso por excelencia. La calidad de vida que tanto ansiamos pasa primero por lo que sentimos desde el alma, cuando entregamos nuestro cariño, nuestro afecto al trabajo y a su gente.

Las estadísticas confirman que un ambiente de trabajo que satisface y gusta, genera un impacto muy grande en los resultados, la satisfacción del cliente y en la retención de los talentos. Las empresas hoy más exitosas y rentables son aquellas que más se preocupan de crear ambientes positivos, donde reina el respeto, el cariño y la buena energía porque es además una buena propuesta de negocios. Y, sobre todo, cuando la tecnología y los acelerados cambios generan incertidumbre y sensación de inestabilidad.

El dar y sentir cariño en el trabajo es una cultura que desarrollan y lideran personas emocionalmente sanas, seguras de sí mismas y sin complejos ni problemas de actitud. Nada como sentirse querido, valorado y respetado sinceramente para sacar lo mejor de uno en lo personal y profesional. Esa cultura de calidez, afecto y cariño se instaura y se cultiva con esmero. ¡Y ella nos inspira, nos conecta y nos hace florecer a todos!

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