El presidente Pedro Pablo Kuczynski y el partido Fuerza Popular que lidera Keiko Fujimori no están teniendo una convivencia pacífica.
El presidente Pedro Pablo Kuczynski y el partido Fuerza Popular que lidera Keiko Fujimori no están teniendo una convivencia pacífica.
Gonzalo Carranza

El empresariado nacional parece estar con el corazón roto. La idea de un gobierno con ‘corresponsabilidad’ entre el Ejecutivo ‘ppkausa’ y el Legislativo de la ‘Bankada’ se desvanece ante sus ojos.

El problema para el empresariado con este clima se manifiesta al menos de tres maneras. Por un lado, afecta las expectativas empresariales. El desánimo que produce el conflicto político es palpable, sobre todo si se compara con el optimismo que hace solo unos meses producía tener dos fuerzas políticas al mando del país que, en la percepción de muchos, tenían las mismas ideas económicas.

En segundo lugar, como ya dijimos en esta columna hace poco, el Congreso está proponiendo y dando malas leyes, mientras frena buenos decretos del Ejecutivo. No queda claro si el motivo para ello es la convicción de estar en lo correcto o el mero ánimo de mostrar fortaleza.

El caso del decreto que creaba una agencia especializada y empoderada para avanzar con la liberación y el saneamiento de predios para proyectos de inversión es emblemático. Fuerza Popular y el Frente Amplio se unieron para derogarlo esta semana, debido a una supuesta preocupación por las comunidades indígenas, a pesar de que durante el debate en el Pleno, el oficialismo, a través de Gino Costa, planteó cambiar la norma para que dichas comunidades fueran completamente excluidas de sus efectos.

Finalmente, la crispación suele dejar fuera de juego a los ministros del lado económico del Gabinete (como Alfredo Thorne, Bruno Giuffra o el recién nombrado Pedro Olaechea), con los que el empresariado se relaciona más directamente y en quienes espera encontrar voceros confiables.

Ellos, ya sea por afinidad o por estrategia, siempre han dado señales de acercamiento y apaciguamiento hacia Fuerza Popular, a diferencia de sus colegas más ‘políticos’ en el gabinete. No solo el conflicto los descoloca, también el hecho de que la supuesta colaboración Ejecutivo-Legislativo hasta ahora muestra pocos frutos.

En el seno del Gobierno, ven con decepción cómo uno de los aparentes logros más mentados por ambas partes, las facultades delegadas, ha perdido potencia ante el largo tiempo de revisión de los decretos legislativos y los cambios o derogatorias que han sufrido muchos de estos. Y esa decepción se contagia al sector privado.

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