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La innovación también destruye
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La innovación también destruye

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no es sinónimo de desarrollo. Especialistas alrededor del mundo sostienen y defienden que los problemas sociales se explican, al menos en parte, porque los ciudadanos no logran ver de manera tangible los beneficios del crecimiento.

Hace tan solo algunos días, James Robinson, premio nobel de Economía 2024, habló sobre esta dicotomía, asegurando que el Perú ha fracasado durante siglos en invertir en su población, y por eso, sigue mirando al oro, al cobre -minerales de exportación y sustento de nuestras envidiadas cifras económicas-. Robinson, que conversó con El Comercio antes de llegar a Lima para la Cumbre Perú Sostenible, hacía referencia a la nula capacidad del Estado peruano para generar prosperidad para los ciudadanos.

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Maro Villalobos

Esta reflexión, antigua pero aún vigente, está a punto de dar un giro ya advertido por Joel Mokyr, Philippe Aghion y Peter Howitt, galardonados con el nobel de Economía este año. Mientras que Mokyr identificó los prerrequisitos para alcanzar un crecimiento sostenido a través del progreso tecnológico y enfatizó en la importancia de que la sociedad esté abierta a nuevas ideas para permitir cambios; Aghion y Howitt construyeron un modelo matemático para lo que llamaron la “destrucción creativa”. Un ejemplo: cuando un producto nuevo y mejor entra al mercado, las empresas que venden los productos más antiguos salen perdiendo.

Aunque la innovación goce de una percepción positiva, lo cierto es que, si no se gestiona correctamente, termina siendo destructiva para lo que ya existe; un conflicto inevitable. La Inteligencia Artificial (IA) promete ser la siguiente gran disrupción. Si efectivamente lo es, gobiernos, academia y el sector privado deben tener claro que al menos toda una generación se verá impactada por la falta de empleo, que las eficiencias operativas obligarán a un ‘reskilling’ del talento interno -lo que tiene un costo-, y que posiblemente las contrataciones dependan de la IA que uno sepa manejar. Y es que, se verá una relantización aún mayor entre las capacidades regulatorias y de construcción de políticas públicas que abracen fenómenos como la digitalización, y que las nuevas tecnologías genuinamente acompañen al progreso de las sociedades. Si pensamos solo en Perú, es crucial preguntarse si hemos entendido estos cambios y si el avance tecnológico con el que ya convivimos hoy es visto como un problema o un reto.

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