2020 presenció el peor trimestre en la historia de la minería peruana. De marzo a mayo, la mayoría de minas del país detuvo actividades de explotación en acatamiento de las restricciones implementadas por el Ejecutivo para frenar la expansión del COVID-19.
Se trató, en palabras de Cecilia Gonzáles, socia de minería de CMS Grau, de una “medida bastante dura” en comparación a otras jurisdicciones mineras (como Chile, Argentina y Brasil) que nunca dejaron de considerar a la minería como actividad esencial para la economía.
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“En ningún lugar de Latinoamérica hubo un país productor de minerales que sufriera una política tan drástica como la que tuvimos en el Perú”, anota Pablo de la Flor, director ejecutivo de la Sociedad Nacional de Minería, Petróleo y Energía (SNMPE).
Como consecuencia, la producción minera cayó en toda la línea, con la única excepción del molibdeno, mineral asociado a la producción de cobre, que creció 11% en enero-octubre, según el Ministerio de Energía y Minas (Minem).
Molibdeno y cobre (-14,8%) fueron, en efecto, los minerales que menos sufrieron debido a la particular naturaleza de su explotación: a cielo abierto, ideal para el distanciamiento social.
Por el contrario, la producción de oro (-34,7%), plata (-25,2%) y plomo (-24,3%) cayó acentuadamente a causa de las dificultades de espaciamiento en las minas subterráneas, donde usualmente ocurre su explotación.
El resultado ha sido una contracción importante del PBI minero.
Así, la SNMPE calcula que este indicador caerá 11,5% en 2020, básicamente, por las medidas de suspensión de actividades decretadas por el Gobierno y por el menor ritmo de la inversión.
MINERÍA RECARGADA
No obstante, el gremio ve indicios alentadores que muestran que la minería se encamina a una franca recuperación, como es el caso del incremento paulatino en la producción de cobre, que registró un crecimiento de 25% en octubre.
“Lo que vemos es una tendencia positiva para todos los metales y una recuperación de la producción minera, salvo en el caso del oro, que caería 30% en 2020”, señala Pablo de la Flor.
Abonan a esta dinámica los mejores precios de los metales y la recuperación de la economía china. Pero habría que agregar un tercer factor.
Víctor Góbitz, presidente del IIMP, anota que otro puntal importante en la recuperación de la producción minera ha sido la aplicación de protocolos sanitarios estrictos, afinados durante la pandemia.
Por ejemplo, la remodelación de la infraestructura para cumplir con las exigencias de distanciamiento social y el uso de pruebas moleculares para detectar el COVID-19.
“Como todos, empezamos haciendo pruebas rápidas (serológicas), pero hoy el protocolo más establecido es la prueba molecular. Y eso se ha reflejado en la producción. Uno ve ahora como se ha recuperado progresivamente”, explica.
Góbitz segura que la minería ya cuenta con un protocolo sanitario maduro y probado contra el COVID-19, pero advierte que su aplicación irrestricta demorará unos meses porque su alto costo retrasa su implementación en algunas minas.
CONFLICTOS LABORALES
El portal Convoca ha estimado en más de 4.600 el número de casos confirmados de COVID-19 en el sector minero hasta el 24 de agosto (tres semanas después del pico de la pandemia).
Esto es, el 2,3% de la fuerza laboral minera, estimada habitualmente en 200 mil trabajadores.
José de Echave, cofundador de CooperAcción, enfatiza la preocupación que estos casos de contagio han generado en las comunidades aledañas a las minas y el impacto económico que asestaron a varias de éstas, como Antamina, Caylloma, Parcoy y Marsa, que se vieron obligadas a parar.
Pero, sobre todo, alerta sobre la precarización de las condiciones laborales que han generado los nuevos protocolos COVID-19 en las minas, especialmente, la imposición de jornadas atípicas de trabajo para reducir los viajes de ingreso y salida.
“Según denuncia de la Federación Nacional de Trabajadores Mineros, antes de la pandemia la jornada laboral era de 14 días de trabajo y 7 de descanso. Ahora, se ha ampliado hasta 35 o 40 días de trabajo continuo, lo cual ha generado una situación difícil”, explica.
Advierte que esta problemática viene cambiando la matriz de la conflictividad minera, de tal forma que los usuales conflictos entre empresas y poblaciones vecinas se ven superados, muchas veces, por conflictos laborales al interior de las minas.
En su opinión, esta tendencia se va a mantener en el 2021, generando nuevos frentes de preocupación para la minería.
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