(Bloomberg) - La próxima decisión sobre política monetaria de la Reserva Federal (Fed) de Estados Unidos (EEUU), programada para el 21 de septiembre, será un no evento, según el mercado de futuros, con un 80 por ciento de probabilidades de que el banco central deje las tasas de interés sin cambios. Pero la consecuencia no intencional de una modificación de la norma relacionada con los fondos del mercado monetario estadounidense significa que los costos de los préstamos en el mundo real ya están subiendo lo suficiente como para producir condiciones monetarias más ajustadas, aunque el banco central de EEUU no haga nada.Follow @EconomiaECpe !function(d,s,id){var js,fjs=d.getElementsByTagName(s)[0],p=/^http:/.test(d.location)?'http':'https';if(!d.getElementById(id)){js=d.createElement(s);js.id=id;js.src=p+'://platform.twitter.com/widgets.js';fjs.parentNode.insertBefore(js,fjs);}}(document, 'script', 'twitter-wjs');
Es probable que la medida tomada por la Fed en diciembre de aumentar su tasa meta –el primer ajuste desde 2006, y el único cambio en todas las categorías desde 2008– no se repita este año, a juzgar por las apuestas que están haciendo los operadores en el mercado de futuros. Hay que esperar bastante, hasta mediados del año próximo, para que la probabilidad de un aumento de la tasa sobrepase la marca del 50 por ciento.
Los bancos centrales ajustan sus tasas de interés oficiales de corto plazo para encaminar sus economías por carriles más rápidos o más lentos. Si resulta más barato tomar préstamos, es de esperar que los consumidores y las empresas gasten e inviertan más, acelerando el crecimiento (y posiblemente la inflación). Si el crédito se encarece, los recortes resultantes frenan la inflación y enfrían una economía sobrecalentada. Pero si el costo del dinero a tres meses–la referencia que influye sobre muchos préstamos que no se toman a tasa fija, desde la financiación para la compra de autos hasta las hipotecas y los préstamos corporativos– no refleja el nivel oficial establecido por el banco central, entonces se desconecta el volante.
La explicación de por qué la Libor –la tasa a la que los bancos se prestan dinero mutuamente– está desequilibrada respecto de otros costos crediticios es tanto simple como compleja. La explicación simple es que un cambio en las normas estadounidenses que rigen los fondos del mercado monetario está llevando a los inversores que gestionan cerca de US$600.000 millones a los títulos gubernamentales y alejándolos de los activos que no sean del gobierno.
La complejidad emerge porque las consecuencias de ese cambio se están viendo en diferentes partes del mercado y de diversas maneras. La tasa de las obligaciones negociables en dólares a 90 días –créditos de corto plazo tomados por compañías de Estados Unidos– se ha disparado a 0,75 por ciento desde 0,57 por ciento en febrero; pero la tasa de la letra del Tesoro a tres meses ha caído a 0,26 por ciento, mientras que era de 0,3 por ciento en el mismo período.
Sin embargo, en cuanto a la Libor en dólares, el “por qué” del aumento es menos interesante que el “qué”. El Tesoro del Reino Unido estimó en cierto momento que las tasas Libor en diferentes monedas y para diversos tenores eran la base para evaluar títulos globales por US$300 billones. Aunque los varios escándalos por fraudes que cometieron con la Libor operadores y bancos de inversión indudablemente socavaron su estatus de costo crediticio más importante del mundo, todavía tiene una gran influencia en el costo del dinero en el mundo real.
Sobre esta base, Estados Unidos ya ha tenido un aumento de la tasa de interés. El aumento de la Libor ajusta las condiciones monetarias. Y aunque hay muchos participantes del mercado que favorecen la escuela económica austriaca y recibirían con agrado que se quitara a los bancos centrales del mecanismo para establecer las tasas, el cambio en las condiciones del mercado monetario es algo que la Fed debería tomar en cuenta mientras evalúa su próxima medida.
Columna escrita por Mark Gilbert