La historia de Howard Schultz, el CEO de la cadena Starbucks
La historia de Howard Schultz, el CEO de la cadena Starbucks

Por la década del setenta, los estadounidenses estaban acostumbrados a beber un insípido café instantáneo, pero el país que carecía de una cultura cafetera cambiaría radicalmente con la llegada de Howard Schultz. El CEO de revolucionó cómo las personas consumen la bebida en EE.UU. 

En la actualidad, Starbucks es una compañía con una capitalización bursátil de casi US$90 mil millones, está presente en más de 65 países y cuenta con 21 mil establecimientos a escala global.

Los resultados del último trimestre del 2015, presentados esta semana, muestran que, a pesar de que los ingresos de la empresa se quedan por debajo de las expectativas de , sus ventas crecieron en 8%, impulsadas por el crecimiento en Asia Pacífico y China, donde planea abrir unas 500 tiendas este año.

Los resultados no son señal de alarma: si hay alguien en quien el mercado puede confiar, es en Schultz. En el 2008, había dejado su puesto como CEO de la compañía, pero tuvo que volver en el año de la crisis financiera, cuando la cadena de cafeterías vivió su peor momento y comenzó a arrojar pérdidas. La estrategia del empresario fue capacitar a sus miles de empleados sobre la importancia de centrarse en el cliente. En tan solo dos años, Starbucks consiguió triplicar sus ganancias precrisis.

Acostumbrado a luchar por lo que quiere, el ejecutivo escuchó varios ‘no’ antes de crear su imperio cafetero. Conoció Starbucks –una pequeña cadena de cafeterías de Seattle– cuando trabajaba para una empresa sueca. Enamorado del café, pasó rápidamente a trabajar para la firma. Sin embargo, tras un viaje a Italia, se dio cuenta de que “el verdadero negocio estaba en la integración de la bebida”, dijo en una entrevista a Bloomberg.

Nadie creyó en su idea de convertir Starbucks en una cafetería donde los clientes pudiesen experimentar nuevas variedades de café, ofreciendo una experiencia diferente. Ello lo llevó a abrir su propia cadena de cafeterías llamada Il Giornale. En 1987, tras el éxito rotundo de su firma, y cuando Starbucks se encontraba en apuros financieros, pudo comprar la cadena de café en la que había trabajado por US$3,8 millones, haciendo realidad su sueño.

“Un emprendedor tiene que asumir riesgos. Si teme que se le vaya a estigmatizar por un fallo, estará cometiendo un gravísimo error. Y es que las dos cualidades que ha de atesorar son la curiosidad y la valentía”, dijo en una conferencia en Madrid.  

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