(Foto: Archivo)
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La meta de cualquier país debería ser generar mayor prosperidad para toda su población. Los economistas vivimos sugiriendo maneras de lograrlo: más , más , mejor , promoción de la innovación, más apertura y mil recetas más. 

Lo cierto es que a la vuelta de unos años sentimos que siguen faltando más cosas, que perdemos el tren de la prosperidad. Si comparamos nuestro ingreso per cápita con respecto al de , veremos que el número de hoy (un quinto) es casi igual al de hace 70 años.

Santiago Levy, destacado economista mexicano, en un muy lúcido libro, “Esfuerzos mal recompensados”, discute cuál debería ser la verdadera prioridad en , país con el cual compartimos muchos de los mismos problemas, entre ellos el más importante es la

El punto esencial del libro es que estamos enfrentando la batalla de la productividad por la parte menos productiva. Las reformas que promovemos (las de la lista del primer párrafo) tienen sentido y lógica económica, pero el problema es que su impacto será limitado porque se dan en un entorno marcado por inadecuadas reglas del mercado de trabajo, erróneas políticas impositivas y políticas poco promotoras de la competencia.

Según Levy, este conjunto de políticas, que define el entorno en el que se toman las decisiones empresariales, genera incentivos perversos y terminamos encontrando hechos que no apuntan a la creación de riqueza y prosperidad. Por ejemplo, la mayoría de los insumos esenciales para la producción (empleo y capital) están en empresas de menor productividad, informales, pequeñas. 

Asimismo, hay demasiados trabajadores por cuenta propia, en lugar de empleados de empresas más grandes. Otro hecho no deseado es que, en lugar de que las empresas más productivas sean las que crezcan más, lo que se observa es que sobreviven empresas de baja productividad; y se favorece la creación de nuevas empresas de menor productividad que las existentes. Finalmente, estos serios problemas de mala asignación de recursos, lejos de haberse reducido, han aumentado y hacen más compleja la batalla por la productividad.

Uno de esos elementos de política pública que han ahondado esta debilidad estructural de la economía mexicana (y pasa lo mismo aquí en Perú) es el inadecuado diseño de la política social que ha otorgado beneficios a los trabajadores en función a su condición laboral. Un ejemplo de ello en el Perú es el Seguro Integral de Salud. Este beneficio es gratuito para 17 millones de afiliados (en un país de 5 millones de pobres) y la manera más directa de perder el beneficio es ser empleado de una empresa que te pague

Pregunten a una empleada del hogar si quiere ser inscrita en Essalud y amenazará con su renuncia. Se ha creado un incentivo perverso para quien tiene una empresa formal. Es más conveniente ser pequeño, contratar informalmente y los trabajadores sienten que es mejor un beneficio gratis que tener un menor salario pagando por un beneficio que no es mucho más valioso.

Otro de esos grandes errores es la política tributaria que favorece a empresas pequeñas por sobre las de mayor tamaño. Esto sonará popular, pero es un potente incentivo para quedarse pequeño y, por ello, menos productivo. Un clamoroso error en la batalla por la productividad.

Dice mucho de un país donde le dedicamos muchos recursos a entender la pobreza para diseñar mejores políticas públicas, pero no tenemos buenas encuestas empresariales que nos permitan comprender mejor cómo se genera riqueza, qué empresas son las que crecen, cuáles las que no sobreviven. Los invito a leer este libro para repensar nuestra batalla por la productividad.