Las buenas y malas noticias de Angus Deaton, por Gustavo Yamada
Las buenas y malas noticias de Angus Deaton, por Gustavo Yamada
Redacción EC

Por Gustavo Yamada, profesor principal de la Universidad del Pacífico.

ganó el año pasado el Premio Nobel de Economía por sus contribuciones al análisis de la demanda, ingresos, salud y bienestar. Su último libro, “El gran escape”, es un buen ejemplo de esta perspectiva multifacética. 

El texto nos trae un balanceado conjunto de buenas y malas noticias. La primera noticia alentadora es la gran convergencia en la esperanza de vida al nacer, ese importante indicador síntesis del desarrollo.

Hans Rosling lo ha graficado con más de 200 años de historia de 200 países: hacia 1810 casi toda la población mundial estaba concentrada en un rango de esperanza de vida entre 25 y 40 años. Los últimos dos siglos han sido un acelerado escape de condiciones extremas de hambre y mortandad para grandes segmentos de la humanidad: hoy la mayor parte está en situación media o avanzada con esperanzas de vida entre 50 y más de 80 años.

La convergencia en los niveles de ingresos per cápita entre las naciones ha sido más lenta, porque se trata de un fenómeno que no sucede de manera automática y que depende de fortalezas institucionales que conduzcan al desarrollo. Sin embargo, lo indudable es la reducción de la pobreza mundial a un ritmo inédito, gracias al crecimiento asiático especialmente. Por lo mismo, la desigualdad mundial ha disminuido, tal como recalcara Bill Gates hace unos días.

La mala noticia es el aumento de la desigualdad en una buena parte del mundo desarrollado. Al respecto, Deaton cita a Acemoglu y Autor, que enfatizan al cambio tecnológico intensivo en habilidades como la principal causa de la polarización laboral y el aumento de la desigualdad salarial en EE.UU.

Los trabajadores estadounidenses con habilidades “altas” han experimentado un incremento en sus retornos educativos desde la década de 1960. Mientras que los trabajadores con habilidades “bajas” han sufrido un descenso en sus salarios reales desde esa década, debido fundamentalmente a su reemplazo por tecnología o tercerización de labores. 

Felizmente, nosotros tenemos mejores tendencias desde la perspectiva planteada por Deaton. El Perú ha experimentado una significativa reducción de desigualdad en un contexto de rápido crecimiento económico por más de una década. La caída en la desigualdad ha sido robusta, aun con los ajustes por cuentas nacionales; pero con la desaceleración reciente, también se ha aletargado.

Gracias al impacto combinado del crecimiento económico y reducción de la desigualdad, la pobreza monetaria cayó a un ritmo récord. Sostener esta dinámica depende de que aceleremos los mecanismos de crecimiento: necesitamos un renovado shock de infraestructura, significativas mejoras de productividad, e impulsar la calidad educativa con mucha persistencia. De lo contrario, la desigualdad puede volver a crecer.