Durante las últimas semanas, hemos tenido momentos en que los mercados de acciones se desplomaban; sin embargo, no se daban las condiciones para catalogarlos como un contexto de pánico sino una simple corrección. (Foto: AFP)
Durante las últimas semanas, hemos tenido momentos en que los mercados de acciones se desplomaban; sin embargo, no se daban las condiciones para catalogarlos como un contexto de pánico sino una simple corrección. (Foto: AFP)
/ JOHANNES EISELE
José Larrabure

La reciente expansión del (COVID-19) en distintos países del mundo ha causado una sensación generalizada de pánico en los mercados de capitales. Esto se ha reflejado en la gran caída que han tenido las acciones, la tremenda reducción en las tasas de interés, el incremento sorprendente en los indicadores de volatilidad y una caída significativa en el precio internacional del petróleo, movimientos radicales que no se veían desde la crisis financiera del 2008.

Durante las últimas semanas, hemos tenido momentos en que los mercados de acciones se desplomaban; sin embargo, no se daban las condiciones para catalogarlos como un contexto de pánico sino una simple corrección. Para que se concrete un momento de tensión tenemos que observar una caída bastante pronunciada y simultánea en varios mercados, principalmente en bonos y acciones, sumado a un incremento exponencial en los indicadores de volatilidad y precios que se muestren extremadamente dislocados con relación a los valores fundamentales de los activos. En ese entorno los valores fundamentales de los activos pasan a un segundo plano y los agentes se vuelven irracionales al momento de tomar decisiones de inversión.

Adicionalmente, quienes administramos portafolios de inversión tenemos que lidiar con otro fenómeno presente en momentos de incertidumbre extrema: el incremento significativo de la correlación entre las distintas clases de activos. En pocas palabras, el beneficio de mantener un portafolio diversificado en distintos tipos de activos, regiones, monedas, sectores, etc., se pierde en este tipo de escenarios, ya que los activos que tradicionalmente muestran tendencias diferentes tienden a comportarse de manera similar.

Así, algunos instrumentos también conocidos como activos refugio suelen ofrecer cierto nivel de protección, ya que tienden a elevar su precio cuando los mercados de mayor riesgo caen y viceversa. Entre estos destacan los bonos de alta calidad y plazos largos como los del Tesoro americano, los metales preciosos como el oro y algunas monedas como el dólar, yen y franco suizo. Algunos de estos activos refugio suelen funcionar mejor que otros en distintas coyunturas, sobre todo dependiendo de la naturaleza de la crisis que haya generado una coyuntura de este tipo.

La reciente intervención de los principales gobiernos y bancos centrales del mundo liderados por la FED, a través de estímulos monetarios y fiscales, busca calmar a los mercados y evitar situaciones que pongan en riesgo los flujos de capitales y, por ende, la salud de la economía mundial.

Es importante identificar si el mercado se encuentra en un período de corrección o solo en una situación de pánico a fin de evitar inversiones basadas en fundamentos que poco importan en este tipo de coyunturas. Asimismo, las más grandes oportunidades para los inversionistas de largo plazo se presentan en esos momentos, por lo que la capacidad para encontrar el momento indicado para realizar la inversión se vuelve más relevante que nunca.