La poda de bonsáis es un arte que requiere paciencia, habilidad y mano diestra. Su función, por cierto, no es sólo artística sino que permite eliminar con precisión las ramas innecesarias a fin de que el árbol crezca en equilibrio y armonía, dotándole de la estructura necesaria para soportar su peso. La majestuosidad y eficiencia del bonsái prescinde de la vulgaridad de lo grande y exagerado. Y es justamente esa poda la que precisa con urgencia el desbordado e ineficiente gasto público en el Perú.
La fuerte disminución del crecimiento potencial le ha significado al país una pérdida de tracción importante que se refleja en una menor capacidad recaudatoria. Esto, sin embargo, no le ha restado timidez a los hacedores de política que han seguido haciendo uso de la billetera estatal a diestra y siniestra. La combinación de estas circunstancias ha llevado a que el año pasado el déficit fiscal cerrará en 2,8% del PBI, incumpliendo el compromiso de la regla fiscal de 2,4%. Este año, el MEF tiene el objetivo de cumplir la meta de 2,0% del PBI, aunque ha anunciado que a febrero, el déficit anualizado se encuentra en 3,0%. Preocupante desvío.
Es dentro de este contexto que el gobierno acaba de publicar el Decreto de Urgencia 006-2024 que “establece medidas extraordinarias en materia económica y financiera para la sostenibilidad fiscal, el equilibrio presupuestario y la eficiencia”. Además de importantes modificaciones presupuestarias, destaca la clara y necesaria señal de austeridad, limitando los gastos no críticos y el uso eficiente de los recursos de las entidades y empresas del Estado. De acuerdo con el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), el nivel de ineficiencia en el gasto en el Perú ascendía en a 2,5% del PBI el 2017. En ese sentido, la decisión de avanzar en esta línea es todo un acierto del Ministerio de Economía y Finanzas (MEF), que pone un coto a la falta de prolijidad en períodos anteriores. Se requerirá, sin duda que estas medidas sean trabajadas con mayor detenimiento con el objetivo de convertirlas en permanentes pues el gasto estatal no puede dispararse nuevamente con gastos improductivos.
Así, siendo buena la señal que brinda las acciones para detener el descontrol de la grasa estatal, hay un tema que no puede perderse de vista: el crecimiento, a ritmo de bólido, que experimenta los gastos de la planilla estatal. El rubro de remuneraciones del Gobierno General, de acuerdo con cifras del Banco Central de Reserva (BCR) ha crecido en 100% entre el 2003 y el 2023, es decir un incremento de 10% al año que casi triplica a la inflación promedio del período. Es importante señalar que sólo en el reciente Presupuesto Público aprobado para el 2024, se incrementó el gasto en planilla en S/. 10 mil millones adicionales respecto al año previo; y ya en el 2023 ese incremento había alcanzado los S/. 7 mil millones. En la misma línea, un reciente informe del Consejo Privado de Competitividad (CPC) publicado en este diario reportaba un incremento de cerca de 40% del gasto en planilla entre 2019 y 2024 donde los incrementos en el sector educación y salud concentra prácticamente el 100% de ese incremento.
El problema no está sólo en que el gasto del Estado crezca de esa manera. Los problemas de fondo en realidad son dos. El primero, el hecho que este venga incrementándose de manera desbocada, por encima de la tendencia recaudatoria que se ha visto afectada por la caída de la base tributaria ante el debilitamiento del crecimiento potencial de la economía. La salida para este problema no está en subir impuestos sino en retomar las postergadas políticas de competitividad desde hace 15 años.
El segundo de los problemas, y quizá el que más siente el ciudadano, es que este incremento del gasto, particularmente el de planillas, no ha redituado ninguna mejora en los servicios del Estado ni en el cierre de brechas sociales. Por el contrario los peruanos vienen manifestando reiteradamente el abuso de un Estado bipolar. Es decir, un Estado que te deja abandonado a tu suerte frente al crimen y los secuestros, pero cuando empiezas a asomarte al mundo de la formalidad te cae con toda la carga tributaria, administrativas y sanciones en todos los niveles.
Así, el ciudadano se pregunta, cómo es posible que los mayores incrementos en planilla se hayan producido en los sectores de Educación y Salud, cuando los alumnos con desempeño satisfactorio en los colegios públicos se han reducido de 16,1% a 15,9% entre 2019 y 2022 y los establecimientos de salud con capacidad instalada inadecuada llegan a más del 90% sin haberse producido mejoras importantes en el período. De la misma manera, revela el CPC que el sueldo promedio de los trabajadores en el sector público es 30% mayor al de los trabajadores en planilla en el sector privado. ¿Puede creerse acaso que la productividad del trabajador estatal es mayor que en el sector privado formal?
Las medidas de austeridad por parte del gobierno en los denominados gastos no críticos, es sin duda una señal importante que los que conocemos el tema aplaudimos. Sin embargo, al igual que el arte de podar bonsáis, la poda de la planilla estatal es necesario y urgente para asegurar la senda de sostenibilidad fiscal que -no olvidar- tiene que converger desde el déficit de 2,8% del PBI del año pasado al 1,0% del PBI el 2026. ¡Todo un reto! Llegar a esto requerirá un esfuerzo enorme por parte del gobierno para empujar las medidas que mejoren nuestra alicaída productividad de la mano de las tijeras de jardinero que no deben dejar de podar, podar y podar los monstruosos excesos del Estado.