(Foto: El Comercio)
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Gonzalo Carranza

Ha dicho la primera ministra, , que la compra de por parte de es una muestra de que la “es saludable”. “No ha sido solamente que una empresa peruana compró a otra peruana, sino que había empresas internacionales, creo que fue Femsa, que es mexicana, que tenía interés en comprar y aquí hubo competencia”, argumentó.

En parte, Aráoz tiene razón. En los últimos meses hemos visto a grandes grupos empresariales peruanos reforzando su apuesta por el país: el –vía Primax– se hizo la semana pasada de Pecsa y el –a través de Intursa– compró hace muy poco Inversiones La Rioja, el operador de los hoteles Marriott en el Perú.

Sin embargo, vistas más de cerca, estas y otras operaciones de fusiones y adquisiciones también podrían contradecir el mensaje de la primera ministra.

Por el lado de los compradores, lo que vemos es una búsqueda de consolidar sus sectores, resignando al menos parcialmente la expansión orgánica que los caracterizó en años anteriores. Tiene lógica: en un país donde el PBI crece a tasas mediocres y donde los cuellos de botella en infraestructura y logística se vuelven insoportables, se complica basar la estrategia en ampliar operaciones. Como nos dijo Jorge Melero, gerente general de Intursa, cuando lo entrevistamos en noviembre pasado: “Hemos comprado capacidad instalada”.

Por el lado de los vendedores, lo que vemos son familias que, habiendo operado por años, incluso décadas, en sus sectores, hoy deciden que es buen tiempo de hacer ‘cash out’.

Aquí también el mensaje es mixto. Algo de ese dinero puede ir a financiar emprendimientos en otras áreas (nótese, por ejemplo, la explosión de Tambo, financiada con parte de los recursos que obtuvo Johnny Lindley por la venta de su embotelladora a Arca Continental).

Ello reafirmaría la idea de Aráoz de una economía que todavía ofrece oportunidades. Pero también es evidente que estos veteranos operadores han concluido que es el mejor momento de pasar la posta, no a la siguiente generación para que siga empujando el negocio, sino a sus competidores directos.

Finalmente, hay un tercer actor: los que entraron a competir por estos activos y fueron derrotados. Como dijo Aráoz, por Quicorp también negoció la gigante mexicana Femsa. En los otros procesos, también ha trascendido que hubo competidores extranjeros en diversas etapas de las negociaciones. Pero los grupos nacionales ganaron en buena lid.

Es decir, la “capacidad instalada” y las sinergias para el jugador local valieron más que la oportunidad de abrir la puerta al Perú para el jugador foráneo. Ello no es bueno ni malo per se. Solo muestra que el apetito por entrar al mercado peruano ya no es lo que era.

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