Diego Camacho

Actualmente, la situación económica y financiera global se caracteriza por un importante aumento en la volatilidad tanto en los mercados de referencia, como en las expectativas de los inversionistas. Lo anterior está directamente relacionado con el choque que ha supuesto tanto para el establecimiento político mundial, como para los mercados, el estilo de comunicación y de negociación de Trump.

Así, en medio de decisiones cambiantes en materia de comercio exterior, y de una clara línea de actuación que busca favorecer los intereses de EE. UU. -según el criterio del primer mandatario- por encima de cualquier otra consideración, en promedio, los agentes han pasado de considerar que la agenda económica del entonces candidato tendería a impulsar el crecimiento económico, a cuestionarse si la amenaza de imposición de aranceles a los principales socios comerciales tendría efectos económicos adversos.

En concreto, recientemente el temor a una estanflación ha ganado notoriedad, principalmente, en la prensa especializada, citando tanto estimaciones recientes del crecimiento económico del 1T25 publicados por la Reserva Federal de Atlanta como el incremento en las expectativas de inflación tanto en encuestas entre empresarios y consumidores. Antes de evaluar la consistencia de esta posibilidad, vale la pena revisar de manera concreta la definición de estanflación.

Este término, acuñado en la década de 1970 y que es la evidencia concreta de las contradicciones y falencias de llamado Keynesianismo, en esencia describe una situación caracterizada por la coexistencia de presiones estructurales de inflación, crecimiento económico lento o nulo, acompañado de un alto desempleo, en donde el desmanejo fiscal y la pérdida de credibilidad en la estabilidad monetaria juegan el papel protagónico. Dicho lo anterior, actualmente la economía ha dado señales de una desaceleración en las cifras de crecimiento, evidencia de persistencia de la inflación en niveles superiores al objetivo de 2%, y de moderación en la cifra de cambio en nóminas no agrícolas.

Si bien en conjunto estas variables pueden generar inquietud, aún no pueden ser consideradas como una señal inequívoca de estanflación. Respecto a la estimación de un crecimiento económico de aproximadamente -2,3% anual en el 1T25 de la Reserva Federal de Atlanta, es importante aclarar que la cifra revela un importante aporte negativo de las exportaciones netas explicado por un estancamiento de las exportaciones (muy probablemente explicado por el fuerte avance del dólar en dic-24 y ene-25) y un fuerte repunte de las importaciones (muy probablemente por la aceleración de compras externas ante la amenaza de nuevos aranceles). Adicionalmente, la estimación da cuenta de una desaceleración en el consumo privado, la cual, de acuerdo con información de contraste, no revela una caída del ingreso sino por el contrario un repunte en la tasa de ahorro, situación que por sí misma resultaría estabilizadora.

En lo que toca a las presiones de inflación, se debe recordar que en buena medida la persistencia de la inflación en EE. UU. se explica por el sector servicios, hecho que a su vez ha estado asociado con el enfoque fiscal que impuso la administración Biden. Hecha esta claridad, se debe tener en cuenta que, si bien aranceles más altos pueden elevar el precio de los productos importados, esto solo dejaría de ser un evento de única vez, si la autoridad monetaria acompaña esta política de comercio exterior con una ampliación de la liquidez, cosa que no está ocurriendo de momento.

Por otro lado, no se debe perder de vista que las renovadas tensiones en el comercio global pueden apuntalar la dinámica de deflación de bienes observada en el mundo en los últimos meses, ni que el descenso en los precios de la energía en EE. UU. tenderían a moderar las presiones sobre el IPC. En lo que toca al nivel de desempleo, la preocupación reciente está asociada con los esfuerzos de racionalización del tamaño del gobierno federal, hecho que en caso de materializarse debería reflejarse en una moderación de las presiones del desbordado gasto público que heredó la nueva administración.

Con todo, dada la coyuntura, la probabilidad de una estanflación existe, pero de momento parece baja. Más elevada -pero sin ser el escenario base- es la probabilidad de una fuerte desaceleración del crecimiento como consecuencia de los elevados riesgos para la economía de EE. UU. de la estrategia de reorganización del comercio exterior de la administración Trump y/o de la intensidad de los esfuerzos de racionalización del gasto público, dada la dependencia del crecimiento económico al déficit fiscal, particularmente, en los últimos cuatro años.



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