La coyuntura nacional, lamentablemente, ha revivido el debate del control de tasas de interés en el Perú. Los bancos y las cajas (prestamistas) y las personas y las empresas (prestatarios) se encuentran en lados opuestos de la misma calle. Los primeros se oponen, los segundos tal vez no entienden que el remedio puede ser peor que la enfermedad. Ya sea en el sector formal o informal, el costo real del crédito puede subir en lugar de bajar.
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Y si sube, esta puede generar menos inversión y, por consiguiente, menos empleo y bienestar. Una alta tasa de interés está relacionada a poca competencia entre las entidades financieras, poca información de los prestatarios y una alta probabilidad de no pago del crédito. La idea de poner topes a las tasas de los préstamos por debajo de la tasa de mercado es que el crédito sea más barato y accesible.
¿Ocurrirá? ¿Una norma puede reducir de 50% a 40% la tasa de interés, por ejemplo? En el sector formal el costo del crédito puede subir de dos maneras. La primera es a través del incremento de las tarifas no relacionadas con los intereses (comisiones). Como cualquier empresa, si un banco cobra menos interés tiene menos ingresos, por lo tanto tendrá que cubrir sus costos de alguna manera. Si no, sale del mercado. Piense en los restaurantes durante la pandemia; en algún lado tienen que cobrar el costo de los protocolos sanitarios.
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Al final del día, el costo del crédito es mayor. Esto, sin contar que el aumento de las comisiones reduce la transparencia de los precios y hace que sea más complicado evaluar el costo real del crédito, en especial para personas con conocimientos financieros limitados. La segunda posibilidad es que algunas entidades financieras quiebren, normalmente las más pequeñas e ineficientes, deviniendo en una mayor concentración del mercado. Pensemos en lo siguiente. Inicialmente hay 100 bancos (cajas) que pueden cubrir sus costos a una tasa de 50%.
Luego de la normativa, sólo quedan 50. Habría una disminución importante de los préstamos pequeños y muy riesgosos, y la tasa se incrementaría al haber menos oferta crediticia. Los prestatarios que no obtienen créditos en el sector formal, pues lo tendrán en el informal. En el sector informal, los préstamos que ya son caros se encarecerían aún más. En el mundo delincuencial, el costo va más allá de la tasa de interés. Como diría Pablo Escobar, plata o plomo.
A junio del 2020, el Banco Central de Reserva del Perú muestra que en el sector informal se otorgan créditos sin garantía – tal vez la vida lo es – a una tasa de 792% anual. El sector financiero está concentrado y la única manera de bajar las tasas es a través de mayor competencia: innovación financiera, mejores marcos de protección al consumidor (¿aló SBS?), mejor educación financiera y mayores productos de microcréditos.
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