(Foto: Archivo)
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Redacción EC

El pasado 10 de mayo, la administración del presidente de , , incrementó aún más los aranceles que cobraba a varios productos importados desde China, elevándolos de 10% a 25%, en el último movimiento de la llamada “” que empezó a inicios del 2018.

Al tratarse de un impuesto que se cobra a las importaciones, este puede ser absorbido por los consumidores finales (a través de mayores precios), por los productores (menores ganancias) o por ambos.




Varios estudios han demostrado que, en este caso, el costo extra está siendo asumido mayormente por los consumidores estadounidenses, pero también está afectando a los productores chinos, ya que están viendo que la demanda de algunos de sus productos en el país americano se está reduciendo.

No obstante, considerando que Estados Unidos es el principal destino de las exportaciones chinas, la guerra comercial tiene un fuerte impacto sobre las cadenas globales de aprovisionamiento.

Así, esta situación tiene un efecto de carambola sobre Latinoamérica, dado que China es un importante destino de las exportaciones de los países de la región. En efecto, el país asiático es el primer destino de exportación de Brasil, Chile, Perú y Uruguay; el segundo más importante para Argentina, Colombia y Venezuela; y el tercero para Ecuador y México.

Sin embargo, para poder evaluar el impacto de la guerra comercial, debemos saber qué exportan los países de la región a China. El impacto será mayor en aquellos que exporten insumos para la fabricación de productos que luego serán exportados a Estados Unidos y estén sujetos a estos nuevos aranceles.

Las cifras revelan que el principal perjudicado por la guerra comercial en Latinoamérica es Chile, debido a que un tercio de sus exportaciones se dirigen a China (8,5% del PBI chileno) y más del 80% de estas se basan en mineral de cobre o cobre procesado.

Estos insumos se utilizan en la fabricación de artículos electrónicos y componentes eléctricos chinos que se encuentran en la lista de productos afectados por el alza de aranceles. Este fenómeno, junto a otros factores, ya ha generado que la exportación chilena de cobre a esta parte de Asia caiga casi 7% durante los últimos meses.

Perú es el segundo país más afectado. El 28% de nuestras exportaciones van a China (5,8% de nuestro PBI) y más del 85% de ellas son insumos (cobre, zinc, hierro) para producir bienes afectados por la guerra comercial. Al igual que en Chile, las exportaciones cupríferas peruanas también cayeron, pero hay que considerar el efecto de las paralizaciones en Las Bambas durante el primer cuatrimestre de este año.

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El impacto es mucho más acotado en Brasil y Uruguay, dado que sus exportaciones a China representan una menor fracción de su PBI (3,4% y 2,8%, respectivamente). Además, en el caso de Brasil, el 42% de sus exportaciones a China son derivados de soya, que se utilizan para la fabricación de aceites y como alimento para animales (especialmente aves, que China exporta muy poco a EE.UU. y que no están en la lista de productos impactados por los nuevos aranceles). Uruguay, por su parte, registra más de la mitad de sus exportaciones al destino asiático. Así aparece la carne de res, la cual se consume casi íntegramente en China, sin ser reexportada.

En Argentina, la situación es muy similar a la de Brasil y Uruguay, puesto que la mayor parte de sus exportaciones a China se basan en soya y productos cárnicos. Mientras tanto, para Colombia, Venezuela y Ecuador, el impacto es menor porque sus exportaciones son principalmente petroleras, donde la mayor parte se consume en el país asiático y lo restante sirve para la industria petroquímica (donde algunos de sus derivados sí se ven afectados por los nuevos aranceles).

Por último, en México, si bien es cierto que casi el 45% de sus exportaciones a China son minerales en bruto, sus envíos totales a dicho país representan sólo el 0,6% de su PBI. 

Por lo contrario, el país azteca enfrenta otros desafíos con Estados Unidos, como es el caso de la renegociación del Tratado de Libre Comercio de América del Norte.

Comúnmente estamos acostumbrados a ver que, en el plano internacional, los aranceles tienden a reducirse, por lo que esta situación es bastante atípica. Como se observa, una de las maneras de protegerse de esta coyuntura es exportando bienes destinados al consumo final en el país asiático, para lo cual es indispensable seguir insistiendo en el aprovechamiento del Tratado de Libre Comercio (TLC) que tenemos con China y en la superación de barreras técnicas al comercio para potenciar nuestras exportaciones no tradicionales.

Por ello, en esta era de cadenas globales de aprovisionamiento, se refuerza la idea de conocer no solamente lo que pasa con tu cliente, sino también lo que ocurre con el cliente final de este.