(Foto: El Comercio)
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Los últimos datos de Infralatam indican que América Latina y el Caribe han en infraestructura el 3,5% de su PBI entre el 2008 y el 2015. Estos índices de inversión duplican los de la década del noventa, pero están muy lejanos del 8,5% del PBI en China, y debajo del 5% que sería necesario para cerrar su .

Junto a esto, la calidad de la infraestructura, según el indicador del World Economic Forum, se encuentra muy por debajo de las economías avanzadas.

Una nueva alternativa para reducir la brecha de infraestructura ha sido planteada por el Instituto Global McKinsey (Dobbs et al., 2013), enfocándose en la eficiencia del gasto. Es decir, el objetivo ahora debe ser mejores en lugar de mayores inversiones en infraestructura.

Este informe concluye que las economías avanzadas y en desarrollo podrían ahorrar hasta un 40% del gasto en infraestructura invirtiendo sus recursos más eficientemente.

El informe identifica tres formas de generar ahorros.

La primera es optimizar la cartera de proyectos, es decir, elegir la combinación correcta de proyectos por sus posibles efectos en toda la red, en lugar de mirar proyectos individuales en forma aislada.

La segunda es agilizar la ejecución, es decir, invertir mucho en las primeras etapas de planificación y diseño del proyecto para tener buenos contratos. Además, aconseja la adopción de técnicas avanzadas de construcción, como la prefabricación y la modularización.

Finalmente, aprovechar al máximo la infraestructura existente. Es decir, en lugar de invertir en nuevos proyectos caros, los gobiernos pueden abordar sus necesidades de infraestructura sacando más provecho de la capacidad existente.

Esto implica impulsar la utilización de los activos, optimizar su mantenimiento y ampliar el uso de medidas de gestión para mejorar el desempeño de las empresas que manejan las infraestructuras.

En nuestro país, esto es justamente lo que no hacemos.

No existe, por ejemplo, un plan de infraestructura que consiga tener una mirada de red de las infraestructuras. No se invierte adecuadamente en la planificación y menos en el diseño, ya que usualmente se lo dejamos al sector privado.

Además, tenemos incipientes sistemas de inversión que acepten módulos constructivos, por ejemplo, de colegios en zonas geográficas determinadas. Por último, debemos aprovechar las infraestructuras que ya tenemos dándoles un adecuado mantenimiento.

No es posible que tengamos, por ejemplo, muchas empresas de agua potable y de distribución eléctrica ineficientes debido a su mala gestión empresarial y al deficiente mantenimiento de sus activos.

Tenemos, ya que estamos en etapa de vacas flacas, que darle una mirada a estos aspectos que generan ahorros y acortan la brecha de infraestructura. Necesitamos enfocarnos en la infraestructura presente y futura con un plan serio. Esta, la reforma de la inversión en infraestructura, es una de las reformas que debemos empujar y que sigue abandonada

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