El piloto se aplicará al sector agroindustrial de Piura y Junín. (Foto: GEC)
El piloto se aplicará al sector agroindustrial de Piura y Junín. (Foto: GEC)
Redacción EC

Predecir el futuro nunca es fácil y lo saben desde meteorólogos hasta economistas. Es mucho más difícil predecir lo que ocurrirá dentro de dos años versus lo que ocurrirá dentro de seis meses, ya que a medida que el horizonte se acorta, las cosas empiezan a verse más claras. Así, quienes predicen el futuro tienden a ajustar sus proyecciones incorporando nueva información para un horizonte cada vez más cercano. El resultado de estos ajustes se llama convergencia y es por ello que la proyección “ajustada” suele ser bastante similar a lo que finalmente ocurrió. 

Una de las proyecciones más controversiales en los últimos meses en Perú es la del PBI para el año 2019. Considerando que la economía peruana creció 3% en 2018, la discusión se centró en si se esperaba un mejor o un peor resultado en 2019. El año pasado, múltiples estimaciones afirmaban que Perú tendría 2019 incluso mejor: un crecimiento entre 4% y 4,2%. Sin embargo, a medida que pasaron los meses (¡y qué meses!) las proyecciones se fueron ajustando con la nueva información disponible. Ya bien iniciada la segunda mitad del año, las nuevas estimaciones se redujeron, ubicándose ahora entre 2,5% y 3,5%; un rango bastante amplio que se irá acortando en los próximos meses hasta converger con el crecimiento real.  


Sin embargo, cuando se trata de encontrar una explicación de por qué el crecimiento del 2019 será menor a lo que se proyectaba el año pasado, las cosas no son tan claras. Aquí es donde hay que diferenciar dos grandes factores de influencia: el frente interno y el frente externo. Los peruanos estamos bastante familiarizados con el frente interno porque lo vivimos día a día. El origen de la reducción de las proyecciones causadas por el frente interno se puede resumir en dos grandes temas: menor inversión pública y menores expectativas de inversión privada. Esta situación tiene varias explicaciones que van desde la reciente toma de mando de gobiernos locales y regionales, hasta el ruido político que conocemos bien. 

No obstante, el frente externo también ejerce una fuerte influencia sobre las menores expectativas de crecimiento del Perú. Uno de los principales factores que limitan el crecimiento peruano es el precio del cobre, nuestra principal exportación (30% del total exportado en 2018). Lamentablemente, la guerra comercial entre Estados Unidos y China ha golpeado fuertemente el precio del cobre. Así, luego de su intensificación a inicios de agosto, el cobre llegó a su menor precio en los últimos dos años (12% menos desde un máximo anual en abril del 2019), lo cual hará que ingresen menos divisas al Perú. Sin embargo, algo que no se comenta mucho es que la caída del precio del cobre se mitiga parcialmente por el incremento del precio del oro, nuestra segunda principal exportación (16% en 2018). El precio del oro ha aumentado (18% desde un mínimo en abril) por su condición de “activo refugio”, ya que, ante la incertidumbre internacional, los inversionistas deciden comprar más oro porque suele conservar mejor su valor en el tiempo.  

Adicionalmente, el frente externo influye a través de los flujos de inversión extranjera directa (IED). Según el BCR, el año pasado la IED bajó 5%, llegando a casi US$6.500 millones. Se estima que la IED siga disminuyendo en 2019, lo cual pondría mayor presión sobre el crecimiento peruano, aunque debemos considerar también que la IED representa menos del 20% de la inversión privada peruana.  

Los flujos de capital extranjero suelen reducirse tanto por factores propios del país (ruido político y económico) como por la coyuntura internacional. En el caso del Perú, la reducción ocurre por ambos factores, considerando además que la situación del “vecindario”, es decir Latinoamérica, influye parcialmente sobre las decisiones de inversión. Así, prácticamente todo Latinoamérica está experimentando menor IED que en años anteriores, debido a la preferencia de los inversionistas por la estabilidad de países desarrollados.

El ruido político generado en Brasil y México (las economías más grandes de la región) ha reducido sustancialmente sus expectativas de crecimiento por temas tan diversos como la reforma del sistema de pensiones o por la incertidumbre sobre las reglas de juego, respectivamente. Una muestra de ello es que el año pasado se esperaba que Latinoamérica creciese alrededor de 2,5% en 2019, pero ahora las proyecciones se han ajustado a alrededor de 0,6%, es decir sólo la cuarta parte de lo esperado inicialmente. 

En resumen, las perspectivas de crecimiento de Perú y Latinoamérica tienen un marcado sesgo a la baja. Aunque todavía se espera que Perú tenga el cuarto mayor crecimiento de la región en 2019 (después de Panamá, República Dominicana y Bolivia), ello será insuficiente para reducir la pobreza y lograr el fin último del crecimiento económico: mejorar la calidad de vida de la población.