Alberto Goachet
Socio / director general de Marcas de Fahrenheit DDB
Cada dos años voy a pasar Navidad y Año Nuevo con mi familia a Puerto Rico. Allí vive mi padre, segunda madre, hermanos, sobrinas y muchos amigos. Casi la mitad de mi vida la he pasado en esa bella isla, y es donde empecé mis primeros pasos en publicidad.
Hace 20 años me despedí de Puerto Rico para regresar al lugar donde nací, como dice la canción de César Miró. Y por lo menos 20 veces debo haber regresado a visitarla. Pero esta última ha tenido un nivel de intensidad distinto. Varias veces he venido con mi esposa Maru y con mi hija Nicole, pero por primera vez dentro de nuestro equipaje familiar trajimos a una personita que ha puesto de cabeza el tour 2017. Ignacio Goachet Venero, con 1 año recién cumplido.
Pero ¿a qué se debe tanto ‘revulú’ (como dicen en Puerto Rico) por traer al bebe, lindo, precioso, inofensivo, encantador de cuanta persona o cámara de iPhone se le cruza por el frente? Simple. ¡Vinimos sin nana!
Marina, nuestra nana, es parte de mi familia hace un poco más de seis meses, y no solo la queremos. ¡La adoramos! Ella es la que permite que descansemos mi esposa y yo un poco más en las mañanas. Es la que lo entretiene cuando queremos darnos una escapadita al cine. Es la que se lo lleva un ratito al parque cuando queremos tomarnos una siesta luego de haber tenido una larga mañana con “el niño de la selva”, como yo lo llamo.
Ignacio está en esa edad donde su curiosidad hiperactiva puede cansar hasta al primer rankeado en ‘crossfit’ del mundo. Los domingos, que Marina sale de descanso, son nuestros días más intensos como padres: cambiar pañal, darle de comer empezando con la leche de las 6 a.m., bañarlo que es casi como controlar a un delfín en esteroides. Pero bueno, un día ‘full time’ a la semana es manejable. ¡Pero nunca imaginamos 18 días ‘full time’!
Ya llevamos 11 días y puedo decir que es la experiencia más maravillosa que hemos tenido que sufrir. Siento que lo conocemos más, sobre todo yo que lo veo menos en la semana. Soy un experto cambiando pañales, preparando el biberón, haciendo su desayuno y, sobre todo, siendo un mejor ‘partner’ de mi esposa en las interminables tareas del día a día. Y lo más importante: siento que hoy conozco más a Ignacio. Y él más a mí.
Creo que a veces los que trabajamos en agencias con marcas tendemos también a apoyarnos mucho en ‘nanas’. Dependemos de las investigaciones de mercado, la información de los clientes, lo que investigamos en Google, lo que nos dice nuestra experiencia. Pero dejamos de alguna forma el convivir con la marca y el consumidor al 100%. Sin ‘nana’. Hay que salir a hablar con la gente, en el punto de venta, probar el producto, conversar con los vendedores, con el fundador. ¿Hace cuánto tiempo no sales a visitar “la calle” con tu cliente? El equivalente a saber qué le hace reír, llorar, caer, temer.
Al terminar estas vacaciones con Ignacio, voy a estar demolido. Y cuando finalmente llegue la nana a nuestra casa en Lima, ¡la voy a recibir con un ‘chape’! Pero de lo que estoy seguro es de que regreso conociendo a mi hijo como nunca antes. Y valorando infinitamente lo que hace mi esposa cuando yo estoy escribiendo artículos para El Comercio. Mi resolución para el 2017 es usar menos a la nana con Ignacio y con mis marcas.